TusTextos

Oda a tu Identidad Adolescente

Te regalo este montón de palabras.
Que en realidad no son más que una carta llena de sueños, de proyecciones, de secretos y de sonrisas melosas. Esas que el artista sin timón vuelve dolores de cabeza cuando se vuelven frecuentes. Esas que te sacaron sonrisas y suspiros de cansancio hasta desgastarte. No tengo más que darte.
Tienes mi cuerpo encerrado en una jaula, donde el oxido se confunde con el tiempo, donde segura puedes estar que nadie lo va a tocar, excepto el roce frío de tu piel contra mis llagas.
Tienes mi inseguridad explayandote sobre tus pies, arrimando mis deseos en una planimetría perfecta que gira entorno a la geometría de tus deseos e ilusiones.
Tienes mi cuerpo, mi espíritu, mis días cuando paso soñando despierto, mis noches cuando salto entre el insomnio y el letargo.
Lamento que las baterías descompuestas de mi cuerpo ya no dan para más. No sigo funcionando de la misma forma a pesar de que la inercia de mis emociones siga a fuego vivo, quemando el miedo consumido hace seiscientos sesenta y seis días.
Te doy estas palabras porque no puedo darte el romanticismo de un poeta bohemio, el carisma de un músico mujeriego o la excitación de la experiencia de una mujer.
Busco una manera de sacarte miradas pícaras, miradas de pasión, de juego, pero nuestro letargo húmedo falleció cuando la aventura fue reemplazada por un compañerismo practico.
Amo la manera en que las cosas se vuelven tranquilas, en que tormentas e incendios se apaciguan y se vuelven dos senderos paralelos. Uno para ti y otro para mí.
Amo como te vuelves mujer, como tu cuerpo se cultivó y como otros lo persiguen sin saber que hay un pincel que forjó esa identidad, y tras ese pincel, un pintor.
Eres esa niña de frenillos y gafas que tomó lo mejor de los corazones que rompió por sus caprichos adolescentes, la misma que derramó lágrimas por cada hombre simpático y recio en un mar de llantos de quinceañeras.
Eres la misma mujer que alguna vez fue celosa, insegura y apasionada, ahora ya madura, con las cicatrices de una vida en sus muñecas y con el rastro del humo de tabaco en sus pulmones como pinturas que retratan el vacío de los amargos dieciséis.
Creo que eres una princesa que ha caído a tierra varias veces por el abandono constante de un reino que pudiste haber tenido para quedarte aquí conmigo. Los principes te arrancaron hasta el trono que guardabas.
Pero yo tenía sueños e ilusiones porque siempre me mantuve ajeno al dolor, porque nunca tuve cicatrices, y al verlas en tu cuerpo ya no me sentí limpio, sino vacío, y luego no me sentí puro, sino incoloro.
Amo esa identidad natural prohibida que cultivaste producto del desengaño. Amo la amargura que hiede en tu mirada hacia mis conductas infantiles cuando sueñan con castillos y dragones. Amo tu experiencia y amo que guardes el dolor en tesoros que quisiste mantener para toda la vida, transformandolas en amistades y compañias, rescatando lo mejor de los rumores, de la angustia y del llanto.
Amo tu mundo y amo lo que eres. Amo todo lo que viviste y que yo, ni en mil vidas, hubiera podido obtener.
Forloren31 de julio de 2008

1 Comentarios

  • Mejorana

    Forloren, tu texto es muy sentido y aut?ntico.
    Un texto para leerlo muchas veces y aprenderlo de memoria porque en cada frase en cada l?nea, est?s diciendo mucho m?s de lo que pone.
    A veces he tenido que volver hacia atr?s para desentra?arlo.
    Me siento como si lo hubieras escrito para mi.
    Un abrazo
    *
    *

    31/07/08 04:07

Más de Forloren

Chat