El tiempo pasa, quieras o no. Los días van escurriéndose por el calendario y, aunque parezca mentira, las heridas cicatrizan. Hoy, casi 5 años después de conocerte y cerca de los 2 sin hablarte, te recordé por culpa de mis escritos. Si no fuera por ellos no estaría escribiéndote esto.
Fue una pena nuestro final, que no hayas llegado a leer todo lo que te he escrito ni comprender cuánto te amé. Tuve que asumir tu decisión y matarme diluyendo cada uno de nuestros recuerdos. Fuiste papel mojado, cariño, y yo no lo supe ver. Confío en que cuando esta etapa finalice, el tiempo me borre de ti, te borre de mí, siguiendo senderos paralelos sin vernos nunca jamás. El primer año ha sido lamentable, y me arrastré muchísimo en orden de retenerte un minuto más. ¡Cuántas horas malgastadas imaginando el azul mar de tus ojos sobre el marrón tierra de los míos! Lloré tanto por tu pérdida aún sin haberte tenido...
¡Que importante fuiste y serás siempre en mi vida, que trágico será el no volvernos a ver!
Quizá algún día coincidamos de vacaciones en Italia, y, ya casados, con pequeños trozos de nosotros en cuerpos de niños correteando alrededor, podamos mirarnos una vez más a los ojos y recordemos la antigua conexión. ¿Habrás olvidado tu herida? ¿Habré superado tu adiós? Solo quiero que, en algún momento, podamos mirarnos sin sentir rencor, porque aunque ya no hay amor, siempre habrá cariño, y, por supuesto, ya tienes mi perdón.
Las heridas del corazón son las más difíciles de sanar y el perdón, aunque se convierte en el último paso, es el primero de un gran futuro que te espera. Mucha suerte en tu nueva andadura. Un beso
