Lo escribí en algún lugar que ya no recuerdo, quizá de mi mente o quizá en cualquier papel perdido. No recuerdo las palabras exactas que le susurraba al viento ni si el matiz de los colores daban algo de luz a mis problemas. He caminado por tantos caminos que los confundo, que no recuerdo qué piedras hicieron torcer mis pasos. Y quizá vuelva a tropezar con ellas pero con otros rostros y yo, santa inocente, no reconozca la misma trampa que se repite una y otra vez. Confié y perdí, me traicionaron cuando mis manos permanecían inmóviles a mis costado, ausentes de maldad. Escondí secretos y supongo que hice bien, porque las mentiras se difundieron como pólvora. Entrelacé una mano con la otra y rechacé la que quería, me conformé con la seguridad que mis dedos sujetaban por miedo a volver a ser ceniza en un páramo perdido. Aparté de mi horizonte miradas que juraban cuidarme, quererme hasta los huesos, resistí el impulso humano y mantuve mi ruta en un total silencio.

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