Tarde de adusto ocaso, volando efímeros naranjas,
un horizonte de brasas mordiendo la tierra,
se descuelgan sombras en pliegues cenicientos,
crepita lo distante, instalando sonidos mortecinos
cubriendo y sedando mi volcánica temperatura.
Me diluyo, transito manso abandono,
el modular de musa toca mi lucidez
salto de un planeta a otro, tupido de luz.
Hidrató con delirio las herramientas;
mente, cuerpo y llega a la mano
estoy irrigado, camino al cuaderno,
que paciente recogerá la cosecha.
El pálido papel gime ¡aquí estoy!
He aguardado resignado tú filosofar.
Cruje la pluma, luego cede flexible,
con piruetas rueda la fragante tinta.
Llegan acentos a mi oído, halo cálido,
el placer allana mi taciturna espera...
es algo que volteará la penitencia
por haber robado una flor a Baudelaire,
episodio eminente, mi pecado.
Y redacto en reverso, oblicuos recuerdos.
Sana el alma al plasmarlo, otra historia más.