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Un Engaño de Medianoche... (parte 3)

-¿Conocías de algo a aquel chico?- Me pregunta el psicólogo, interrumpiéndome de nuevo, supondré que otra vez por cuestiones profesionales.

-No, no le conocía de nada, justo por eso me extrañó tanto que se dirigiera a mí por primera vez. ¿Por qué a todo el mundo le decía lo típico de: hola, encantado, y a mí se me dirige de esa forma? ¿Preciosa? No entendí nada al principio.

-¿A qué te refieres con “al principio”?-Empezaba a cansarme. No me dejaba hablar con tranquilidad. Yo solo quería quitármelo de encima de una maldita vez.

-¿Me deja continuar con la historia?- Le digo en tono despectivo, para que entendiera que necesito tranquilidad para explicárselo.

-Por supuesto señorita Robles, siento la interrupción- A veces tan cargante, y otras inspiraba confianza. Demasiada confianza. Empezaba a darme miedo ese hombre, inexpresivo, frio, espeluznante…

-Después del beso lento y cálido en la mejilla, y de dirigírseme como “preciosa”, Fernando, que se estaba bañando, apareció de dentro del agua, chorreando, corriendo y gritando, como si no viera a ese chico desde hacía años. Se le tiro encima, dejándole todo chorreando a él también:

“-Tío, me pensaba que no aparecerías- Le dijo Fernando en tono de preocupación, con una cara de alegría de esas que ponen los niños durante la noche de navidad.

-Pues ya ves, al final he podido escaparme unas horillas- Su voz era melodiosa, incluso cuando le hablaba a un amigo suyo que acababa de dejarlo empapado. Me ruboricé al verle el torso, que se le transparentaba a causa de la camiseta mojada.”

-Ese chico te gustaba- Me interrumpió por enésima vez el psicólogo, aunque esta vez no me molestó. Simplemente agaché la cabeza, hasta que toqué las rodillas con la frente. Eché a llorar, y entre sollozos empecé a hablar, mientras el psicólogo me ofrecía unos pañuelos, de forma seca y fría.

-Sé que lo acababa de conocer. Pero es que era tan guapo, tan amable y simpático, tan misterioso… No podía evitarlo. Tengo novio, pero aun así, me atraía, era una cosa que me superaba, ganaba mi sentido común. Me acerqué a él, le miré fijamente, le miré esos ojos azules, penetrantes. Es como si le viera el alma. Esa cara perfecta, los brazos i el torso musculosos, esas piernas largas, con ese bañador… De forma provocativa, me quité la camiseta, dejando al descubierto mis pechos, cubiertos por la parte superior de mi biquini.
Se quedó mirándome, con los labios entreabiertos, observando mi cuerpo medio desnudo.
Le dije de ir a bañarnos juntos, para tener la oportunidad de conocernos mejor, pero de repente llegaron las últimas personas que faltaban en la fiesta, más o menos a las 23:00.

-Buenas noches a todos- Nos dijeron, interrumpiendo mi intento de seducción.

Me acerqué a ellos, para saludarles, por educación más que nada, no me caen especialmente bien…

-¿Y no puede ser que en ese momento estuvieras enfadada con ellos porqué te interrumpieron durante tu intento de acercarte al chico?- Me dijo con cara de curiosidad el psicólogo. Tenía razón. Ahora lo veo. Toda la razón del mundo. ¿Cómo es posible que me enfade con unos amigos de toda la vida tan solo por un chico que acabo de conocer?- ¿Tengo razón verdad?

-Puede ser…- Le respondo bajando la mirada, abochornada por mi comportamiento- pero es que ese chico era especial, muy especial.

- ¿Y qué pasó luego?- Me pregunta. Empieza a darme escalofríos. Parece que tenga ganas de conocer más sobre la historia. Pero la confianza puede con el miedo que siento hacia el psicólogo, así que continúo con la historia.

-Después de saludar a la pareja que vino, intenté, en balde, llamar la atención del chico misterioso. Me quité la ropa y deje mi cuerpo, cubierto con el biquini, pero él ni se fijó en mí. Me sentí frustrada al ver que no se fijaba para nada en mí, así que simplemente continué con los demás, intentando disfrutar de la fiesta. Todo fue bien, hasta que, de repente, todo el grupo salió corriendo hacia el agua, dejándome a mí con el chico misterioso, al que intentaba, sin resultado, seducir:

-Bueno, parece que nos han dejado solos…- Dije mientras me daba cuenta de que me ardían las mejillas. Me estaba poniendo nerviosa, y se me estaba acelerando el corazón.
De repente me dijo una pequeña, pero penetrante frase que me dejó con la boca abierta:

-Quiero que nos veamos, a solas. Te quiero…
Irunedeu24 de enero de 2013

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