Alguien me dijo una vez que el tiempo jamás pasa por nosotros, sino que somos nosotros quienes pasamos por él. Tal vez sea cierto, pero por este mero concepto, generalmente, tememos los finales y despedidas y nos asusta creer que algo vaya a terminar. Suele darnos la sensación de que los peores momentos son los más duraderos y agotadores, mientras que aquellos que más nos gustan duran lo que un suspiro, un abrir y cerrar de ojos... y creemos que tal vez hubiesemos podido evitar o alejar su final.
Pero no es cierto, porque incluso la casualidad forma parte del destino.
Ojalá pudiera cambiar las cosas, editar el destino y ponerlo como a mi me gustaría que fuera... pero las cosas son así, y cuando no se puede, no se puede, ¿A donde me deparará ahora el destino si no es en tus brazos?
