Sábado noche.
Incertidumbre.
Nostalgia de ti.
Dices que te vas y luego vuelves, dices que vienes y no te acercas, dices que huyes para echarme de menos.
Nueve de la noche de la indiferencia.
Hablas en sueños, evitas el roce.
Despiertas.
-Quédate aquí, no te vayas.
-Nunca me he ido, y nunca me iré.
Silencio.
Sueño.
Fogonazo aparente.
Roce.
Delirios en dudas cuando tu mano reposa en mis senos.
Sangre corriendo por mi cuello, buscando respuestas.
Movimientos involuntarios anhelando tus sentimientos, presenciales, únicos, poseídos.
Verdes, los ojos cerrados.
Mañanas sin poblar.
Ruidos lejanos.
Tu abrazo de repente, tu ingrata sonrisa, tu cariño inexplorado.
Las palabras que dices parecen ser ciertas, los susurros que escuchan mis piernas reclamando tus dedos.
Ruedas al viento.
La espera me cuida, me deja, me quiebra.
Aparece otro cuento y su argumento, armonía deseada está de vuelta.
A veces los tiempos de las personas ocupan espacios diferentes y nos damos cuenta de que falta la sintonía que nosotros desearíamos con lo cual no conseguimos alcanzar la felicidad. Lo has mostrado muy bien en tu texto.
