Un resabio de los dichos de mi abuela, que aclara muchos líos creados por esta pandemia.
Una madre se vuelve un enredo con tantos papeles que le toca representar, que termina con las ollas en la cabeza, el jabón en la nevera y los muchachos en la lavadora.
Ni se diga de un mecánico si le toca esta hora loca, engrasa sus lentes, atornilla sus zapatos, se toma la gasolina y llena el tanque de agua.
Me imagino un pastelero amasando su ropa, poniendo en el horno el helado y haciendo pan de arena y tortas de cemento.
Jugando un poco con la hora loca del escritor los veo escribiendo en las hojas de los árboles, leyendo las huellas en la arena, publicando sus notas en las nubes y utilizando de lápiz las ramas secas.
Para terminar con este enredo no se si estoy escribiendo este tema o lo he sacado de una sopa letras, apeló a quedar como estoica y no morir en el intento de levantarme el ánimo con tanto encierro.
