Partida de Nacimiento
Estás en la calle en medio de la ciudad, a esa hora tardía en que el mundo ya solo se ve en blanco y negro. Siluetas de almas cruzando la negrura del asfalto. Un vaho gélido que viene desde el mismo centro del cosmos te esculpe la expresión del frío en la cara. Serena tranquilidad rota por un alarido violento, sonido inmundo. Resulta tan atroz que sin quererlo se te acelera el pulso y sientes por un segundo que la sangre vuelve golpear aquellas venas desgastadas por el tiempo. No hace falta que te gires para ver lo que viene a tanta velocidad, ya lo sabes. Basta con que te fijes en esa luz que lo inunda todo de un azul metálico, color horrible, una fina capa de plata que cubre la pureza del azul de ceniza. En efecto, lo que rompe aquel silencio nocturno es una ambulancia que cruza la calle en auxilio de algún moribundo. Y yo me pregunto, ¿no debería ese azul mortuorio ser sino verde? O, ¿acaso sería de mal gusto dar esperanza al pobre auxiliado ante un destino que todos tenemos sellado en nuestra partida de nacimiento y que tarde o temprano llegará?
