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Justos por Pecadores

Hoy me siento muy triste, apesadumbrado, incapaz de soportar la carga de profundidad que “concienzudos” leguleyos y “escrupulosos” políticos de mi querida Extremadura han soltado sin ningún tipo de miramiento sobre mi conciencia profesional. Cada día tengo más claro que no quiero seguir perteneciendo a una sociedad que nos culpabiliza a todos por los desvaríos de unos pocos. Prefiero, como Rodrigo Díaz, el exilio de mi tierra a tener que aguantar semejante vileza enmascarada de acto de justicia “divina”.

Ahora resulta que me obligan, a mí y a 31.000 funcionarios más de la Junta de Extremadura que trabajamos habitualmente con menores, a demostrar, mediante no sé bien qué certificado del Registro Central de Delincuentes Sexuales, que estoy libre de toda sospecha de haber cometido infracciones de esta índole, y a probar mi falta de antecedentes en delitos relacionados con la pederastia.

Solo pronunciar o escribir esa palabra me pone de mala ostia y me da unas ganas inmensas de vomitar sobre los que han urdido este infame planteamiento. Aún así tendré que solicitar un certificado que diga que no tengo ninguna mácula relacionada con esta absoluta degradación del ser humano. Y eso después de toda una vida como educador de generaciones de niños y niñas cuyo afecto y el de sus familias me consta que tengo. No me digáis que no es como para echarse a llorar.

¿Dónde queda la presunción de inocencia? ¿Dónde queda el trabajo realizado en favor de todas esas familias que tuvieron a bien encomendarme la protección, la enseñanza y el aprendizaje de sus hijos e hijas? ¿Cómo voy a explicarles a mis hijos, y muy pronto a mis nietos, que personas a las que desconozco y que no me conocen de nada, tienen que expedir un certificado que afirme taxativamente que estoy limpio de semejante aberración?

Perdonadme si las lágrimas anegan hoy mi rostro, será que estoy haciéndome viejo, pero todo este despropósito me supera y me subleva hasta índices de ira a los que nunca habría pensado ni siquiera poder acercarme. Por eso os pido, desde esta posición de defensa que he decidido adoptar, a todos los que sintáis ultrajada vuestra honorabilidad y decencia, que no hagamos oídos sordos, que no dejemos pasar esta agresión, que levantemos nuestra voz para que no exista ni la más mínima duda sobre una dignidad profesional, la nuestra, que hemos construido sin descanso, día a día, hasta el momento presente. Ya va siendo hora de que despertemos ante acometidas y provocaciones tales. ¡No más rancios certificados de buena conducta! ¡No más justos por pecadores!

Maestro Injuriado.
Jucapega196309 de marzo de 2016

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