No siempre brujas y hadas deben estar en guerra. Una vez al año pactan una breve tregua, inestable, antojadiza; durante la que llegan, incluso, a intercambiar gracias y dones, falseando genio y figura para perderse en un enigmático bosque de cuitas y deleites. Es entonces cuando puedes observar, si miras con ojos de ensueño, el nacimiento de otra prodigiosa mascarada en la que las brujas invocan un entrañable talante, una graciosa apariencia, emitiendo infinidad de chispas luminosas, vegetales; mientras que las hadas usurpan escobas voladoras y mágicas pociones bajo lúgubres y oscuros mantos de sombra.
Una vez más..., el Carnaval está servido.
