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PasiÓn NumÉrica

Desde pequeña le había gustado jugar con los números, cuando salía a pasear con su padre contaba las nubes en el cielo, los árboles del camino, los pájaros que les salían al encuentro; al regresar a casa, contaba los abrazos de su madre, los olores del hogar, las pisadas de la felicidad.

Numeraba las gotas de lluvia tras el cristal de la ventana de su dormitorio, calculando matemáticamente la velocidad a la que se deslizaban, apostando por aquellas que se quedaban rezagadas; siempre había estado más unida a los perdedores, le causaban una cierta sensación de ternura, de cariño.

Mientras crecía, los números se convirtieron en amigos inseparables, la acompañaban siempre, a todas horas. Primero los naturales, con los que jugaba a diario en su diminuta escuelita rural, al lado de una jovencísima maestra recién llegada al pueblo con su maleta de cartón piedra a cuestas, con un precioso vestido cubierto de flores que, por supuesto contó; y con una ilusión radiante que también la iluminaría a ella.

Los años pasaban lentos, sabrosos, alegres, y así fue descubriendo los números enteros, que le permitieron conocer deudas, temperaturas bajo cero con las que el corazón se helaba y profundidades abisales donde monstruos, hasta entonces desconocidos, se asomaron por vez primera a su imaginación.
Los racionales le descubrieron que nadie es capaz de vivir la vida al cien por cien, que nada es absolutamente cierto, que las proporciones lo dominan todo, que el cincuenta por ciento es la mitad, pero a veces no es suficiente.

Con los irracionales se creyó "Alicia en el País de las Maravillas". El número "pi" corría de manera infinita, al igual que el Conejo Blanco de su libro preferido; el número "e" le cayó del cielo de los logaritmos neperianos y aparecía y desaparecía de su mundo como si del Gato de Cheshire se tratara. Cuando descubrió el número "phi", aquel Sombrerero loco, intrépido, valiente, noble y leal, capaz de hacer lo imposible por proteger a Alicia aún a riesgo propio; se convirtió en su particular guardián, en el cancerbero de un mundo que se exhibía dominado por la divina proporción, la razón dorada, la absoluta perfección de la irracionalidad.

Cuando los imaginarios llegaron a su vida, la existencia según la lógica convencional ya le daba lo mismo; la pasión desatada por los números había invadido su alma y sus trincheras y pensaba que dondequiera que hubiese un número existiría la belleza.
Jucapega196305 de marzo de 2019

3 Recomendaciones

7 Comentarios

  • Clopezn

    Quien dijo que no había pasión y poesía en las matemáticas. Muy bueno. Un saludo cordial.

    05/03/19 08:03

  • Jucapega1963

    Claro que la hay. Gracias Clopezn. Saludos cordiales.

    05/03/19 01:03

  • Remi

    ¡Qué sería de nosotros si no tuviéramos pasiones!
    Maravilloso texto Juca, felicidades.
    Un abrazo.

    07/03/19 08:03

  • Remi

    ¡Qué sería de nosotros si no tuviéramos pasiones!
    Maravilloso texto Juca, felicidades.
    Un abrazo.

    07/03/19 08:03

  • Jucapega1963

    Absolutamente nada, Remi. Gracias. Un abrazo.

    07/03/19 11:03

  • Danae

    Muy ingeniosas esas alusiones a Alicia en el País de las Maravillas, o la imaginación al poder, al tiempo que se habla del mundo de los números - aunque estos sirvan para medir emociones y contar pálpitos.
    Sensibilidad a raudales, Juca.
    Un gran abrazo.

    13/04/19 08:04

  • Jucapega1963

    Gracias por tus palabras, Danae. Abrazos.

    14/04/19 09:04

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