RaÍz de MandrÁgora
(microrrelato)
Un febril trasiego de tinieblas le hostigó durante toda la noche estorbándole una tregua anhelada aunque estéril. Tras grandes esfuerzos consiguió abrir los ojos y asomarlos al único ventanuco que le conectaba a la triste realidad. Comprobó así que la primera luz del alba desgarraba ya nocturnas sombras, iluminando la soga de la horca dispuesta para regalarle su último amanecer.