Me siento dislocado, explorando la cueva de los eternos suspiros, sentado en este viejo escritorio, sepulcro de tantos relatos inacabados.
Mis pies descalzos, mi cabeza grasienta, mis manos resobadas, mi boca rebosada, bocina que ruje con aliento infernal.
La música ha avanzado tanto que me sorprendo del paso del tiempo, me elevo en desconcierto hasta quedar pegado al techo.
Un iracundo estagnamiento me hace sentir vergüenza, rasco mi panza con las pocas uñas que me queda, tiendo a comerlas día a día.
Dolores, pensamientos, impulsos. Todo me pide que abandone esta labor de plagio estilístico, me lanzo por la ventana de mis ojos. Ni en la ficción podría acabar con mi vida. La sangre nunca brotará de mi craneo.
Me pica todo, me inquieta estar aquí, quiero beber agua, quiero comer algo, quiero reposar largamente sobre mi muso, y quiero una ducha ya.
Azoto el teclado, me duele el meñique, las manos se me dobla, la nariz se me derrite, me pica el cuello, me pica la nariz, me pica la oreja, me pica una nalga, soy un doncello.
Hola.
Mira, tengo un día , liado no, lo siguiente. Pero he tomado un café leyendo esto y...no puedo decir en un minuto qué ha pasado!
Así que luego vuelvo, porque las musas son así, incorregibles!
Bueno, decir que la amalgama te ha quedado soberbia!
Luego retomo, que se me va el bus!!
Saludos.