Cae la noche, se disipa el sueño
desparramando lágrimas de luna
sobre un mar de densas luces, laguna
donde emerge el sol y reina, sin dueño.
Muere mientras con semblante risueño
nace el día, crece y vive en la duna
del tiempo. Cierra puertas con fortuna
de superioridad, sin ser pequeño
una vez la claridad le ha asestado
varias puñaladas al corazón.
Una y otra vez baja la persiana
abriendo la ventana al sol dorado,
se duerme con sentido y con razón
de que al despertarse no habrá mañana.