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"olvidé la Rebeca".

Recordemos que yo había descubierto que todo lo que escribía sucedía en la realidad de modo inmediato. Por lo cual me dediqué a viajar a países en guerra y socorrer a las víctimas.
Entonces, estaba pasando diez días de descanso en mi casa de A Coruña, de vuelta de Afganistán. Y contraje un resfriado, que me tuvo entre la cama y el ordenador todo el día.
Aburrido. Y sin nada que hacer. Me dediqué a escribir un relato erótico poniendo como protagonista a una compañera de Ecos do Sur. Nada sucedería fuera de las teclas, pues yo no podía salir.
Pero me desviví narrando un encuentro de lo más pornográfico y dulce.
Yo sabía que para que sucediera era condición usar nombres y apellidos. Y estar yo presente. Por lo tanto este romance quedaría en mera literatura.

Pero cual fué mi respuesta cuando al día siguiente me llamó Antía y me dijo: "Onte estiviches fantástico".
No podía ser.
"Deixeme a rebeca na túa casa. ¿Podo pasar hoxe a recollerla?", me preguntó.

Y sabeis lo que hice de inmediato: Me puse a redactar otro tórrido episodio sexual, que comenzaba cuando ella vuelve a casa de su pareja ocasional a buscar una prenda que se olvidó la noche anterior.

Pero nunca sucedería que la realidad y la ficción sucedieran al mismo tiempo. Lástima, pues si esto sucediera podría cambiar el mundo a mi antojo con tan sólo escribir. Y reaparecían las anteriores exigencias: Nombres y estar yo presente.

El demiurgo me había concedido un descanso: El amor de Antía.
Kikovacanillas09 de septiembre de 2015

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