Deja que Amor tienda sus lazos
sobre esta tierra preñada y baldía.
Que enjugue sus suaves mixturas
en tiernas sonrisas cubiertas de días,
de horas, de años que avanzan, silentes,
fragor subterráneo de anhelos sin tiempo,
sin mieses.
Deja sus tiernas espinas uncirte de llagas,
como una corola que apenas florece
entre las arenas, blandura y cobijo,
resina de soles, virutas de luna en tibios albores.
Que acune sentinas de holas y adioses
en muelles que gimen secretos designios,
atados y quietos, cuando nadie los mira,
nadie los oye.
Deja que Amor injerte sus dardos,
furtivos y tersos, sobre esta dura corteza
tan fértil, tan yerta de aciagos retoños.
Abriga la miel que destilan los besos
que nunca se abren, que nunca se cierran,
que exprimen sus jugos maduros
en profundo follaje, en risueñas miradas
tan breves que apenas se posan,
apenas se tocan.
Deja que trence su danza tímida
entre el cielo y la tierra,
amargo cáliz y dulce ambrosía.
Sólo Amor sabe
lo que Amor ignora.