Abandóname a los estertores de mi alma ruidosa,
y libérame de los baños de electricidad,
de las visiones de niños bebiendo la sangre del suelo,
o muriendo en pateras sobre oscuras costas,
libérame de los hombres sin cabezas,
de las mujeres sin corazón
de la maravillosa y luminosa parafernalia de estupidez,
de la pomposa lujuria de los creyentes.
Aléjame de la completitud,
del llanto compungido que habita en las mansiones,
de los motivos para resistir al amor.
No me sueltes la mano,
ni me olvides en el camino
horrible de las mudables y embravecidas angustias.
No creo en las amistades superiores y soberbias,
ni en la compañía de los lamentos.
No me dejes a mi mala suerte,
rodeado de cables,
inmerso en la conveniencia de los que acallaron su beatitud,
Acude en auxilio de todos esos crímenes inhumanos.
Sácame,
oblígame,
expúlsame si es necesario,
pero no permitas que me acomode.
Porque no hay deseo donde se engendran las ganancias,
ni existen beneficio donde reinan los reverentes.
Serviré de risa si es necesario, de bufón,
pero no permitas que caiga en esas desgracias.
Libérame de los barrotes que no están mas que en mi mente.
Aléjame de los infiernos clericales con sus ermitaños corazones.
Y entonces acércame a las realidades de los esquizos,
atrae hacia mi las tragedias de los bazares, de los casinos, de los tugurios que asolan la ciudad,
Jamás permitas que aniquilen nuestra carne callosa,
ni toquen nuestros huesos,
profanación de lo humano es todo aquello.
Jamás sea visto sobre la tierra tal final,
que desconozcamos el horror de cuestionar la infinitud.
Un árbol me mira asombrado y yo no le respondo aunque lo comprendo.
Seamos fidedignas promesas del universo,
seamos sacros, santos, héroes, dioses
volemos como las aves, crezcamos como los arboles,
seamos agua que corre y que se eleva para volver a caer,
El estampido de un sueño conmueve el mundo,
quizás es ahora...
Extraordinario.
Cariños