No es un Manifiesto de la
Felicidad. Aunque Podría
Serlo...
17 de diciembre de 2013
por luko1791
Me estremezco en la entropía,
me recreo en cumplir promesas.
He creado una contradicción.
Y al otro lado de la ventana,
sumido en un mar de dudas,
encuentro la solución.
Es un abismo que me mira,
carente de la mínima expresión.
Una bizarra dimensión.
Ahora ninguna quiere ser princesa,
solo khaleesis de rebajas,
que buscan en sus horas más bajas,
un príncipe sadomaso,
que vaya vestido de gris.
Preferiría que no me hiciera caso
ese universo tan originalmente hostil.
Simplemente, ello me observa.
Espera a que escoja una opción.
Me tomo mi tiempo,
en las sombras,
oculto en esta fría habitación.
Fantasmas olvidados se personan,
felices de su minuto de gloria.
Escapan de mi álbum de fotos,
roído por el desdén continuado.
Rompo el devenir de la Historia,
y comprendo cómo escapar del foso
del que nunca nadie me ha avisado.
Me doy cuenta que soñar sin querer
es preferible que querer soñar.
Consigo eventualmente bailar claqué
con palabras de las que no me olvidé,
y firmo un contrato de usufructo
sobre la rectitud de hombres mejores que yo.
Si están muertos, no importa que sea injusto,
aprovechar su esencia para perfumar mi vida.
Dulce sándalo inspirador, invicta fragancia
de las noches perdidas...
O asumida arrogancia de mis idas y venidas.
Solo realizo una petición,
por si me escucha alguien en algún lugar.
Soy educado en la inconsciencia,
implorando por la forma de estar sin estar.
La solemnidad me abandona,
la prudencia no calla.
No he necesitado ser canalla,
tanto como ahora...
Reclamo fuerzas a donantes de experiencias.
Cosecho momentos que no se repetirán.
Alguien podrá calificarme,
como el peor cabrón de esta ciudad.
No hay egoísta más generoso,
ni serpiente menos hipócrita,
que este sincero mentiroso
autor de leyendas apócrifas.
Y del caos, surge un mantra.
Mi voz ronca aún lo canta.
Auténtico fluir de notas altas,
trastornadas por mi blasfema garganta.
Quiera un dios hacerme tan fuerte como al mundo,
y que luego el mundo me trate como a un dios.
Quiero correr solo y no llegar segundo,
aunque el que compita contra mí ya no sea yo.
Quiera el mundo aceptar su rendición,
y que después no apuñale por la espalda.
Que la derrota siempre llega al alma,
pero no deseo morir por una traición.
Firmo, por tanto el manifiesto:
un trazo basta para jugarme la cordura.
Responde la realidad al asentir.
El honor es lo que me retiene
en la montaña más oscura
que haya trepado jamás.
No necesita más, el que menos tiene
y por eso mismo es feliz.
Ahora dejadme probarlo a mí.
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