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Hostal Gloria

HOSTAL GLORIA


Cae la tarde y Valentín camina con paso cansado balanceando su inflado maletín de cuero. Va pensando en las en las últimas visitas realizadas, “Almacenes Torres, un pedido pequeño, puro compromiso; Hijos de Pastor, nada, dicen que están cubiertos; suministros Díaz un poco mejor, lámparas, pilas y pequeño material”. Recuerda las últimas palabras de su mujer al despedirse, “si tienes previsto volver por la mañana, antes de comer, avísame con tiempo para tener algo preparado”.

El sonido de un claxon y el chirriar de ruedas sobre el asfalto le sacan de sus pensamientos. Ve como un coche pasa a su lado casi rozándole, mira desconcertado la huida del vehiculo y se da cuenta de que ha cruzado sin mirar. Observa que tiene la gabardina rasgada y el pantalón manchado de polvo, descubre su maletín unos metros más allá, abierto y con su contenido desperdigado por la calle, recoge los catálogos el portátil la agenda y las muestras y lo guarda todo sin saber muy bien lo que ha pasado. Mientras se limpia el pantalón con la mano, repara en el anuncio luminoso que baña la acera de un suave azul celeste “Hostal Gloria, estables y transeúntes”. Sin dudarlo se acerca al establecimiento, descubriendo al fondo de un portal unas puertas de madera con unas vidrieras opacas que no dejan ver el interior, pero que le animan a acercarse. Antes de que haga intención de entrar las puertas se abren y un hombre de larga barba blanca vestido con delantal le invita a pasar.
—Pase, pase, enseguida le atiendo, espere aquí —dice el hombre quitándose el delantal y desapareciendo detrás de un mostrador— me imagino por su aspecto que necesita una habitación.
—Sí, así es. He tenido un percance y me gustaría asearme y descansar.
—Muy bien, no hay problema. Sígame hay alguna una libre que seguro será de su agrado.
—¿Quiere ver mi DNI?
—No hace falta después haremos el papeleo, hay tiempo de sobra.

Se instaló en el último piso, en una modesta pero cómoda habitación que disponía de un escritorio con una silla y una butaca con estampado de flores muy parecida, por no decir igual, a la que él tenia en su casa, una cama grande con un cobertor que le resultó muy familiar y un amplio cuarto de baño. Valentín se desprendió de la gabardina reparando en que el desgarro había desaparecido y que el pantalón también tenía buen aspecto. Sacó de su maletín de cuero un pijama y unas zapatillas de tela, ropa interior y un neceser con útiles de aseo. Se ducho, cubrió su cuerpo con un albornoz blanco y se recostó en la butaca floreada.

Desde la calle se cuela la luz intermitente ámbar y roja de una ambulancia.

Cierra los ojos y la habitación se transforma en la oficina. Escucha como su jefe y el director hablan de él cuando era aún un joven ingenuo con un gran futuro. Dicen que la mejor solución es ofrecerle el puesto de comercial para la zona centro, así el sobrino del director que se incorporará próximamente podrá ocupar su lugar y tendrá el camino despejado, en unos meses será Jefe de grupo y antes de un año Director comercial. Valentín observa la escena sin poder intervenir. El Director desaparece y ahora es su jefe quien le habla ofreciéndole el puesto de viajante. Sabe que le engañan, siempre lo supo, desea oponerse, protestar, decirle que está enterado de todo, sin embargo se muestra alagado, agradecido por el ofrecimiento y acepta el futuro que le dibuja, un buen sueldo, ciudades por descubrir, libertad para hacer lo que quisiera. Y mi familia ¿qué pasa con mi familia? Pregunta, pensando en su mujer, ya te arreglaras, no vas a ser el primer marido que pasa unos meses fuera de su casa y eso sólo será durante un tiempo, fue la respuesta.

Recuerda las últimas palabras de su esposa “si tienes previsto volver por la mañana…”. La habitación se transforma ahora están en casa de los padres de ella, pero su mujer no es la de hoy, no tiene 57 años, es una jovencita de poco más de veinte que le dice “avísame con tiempo para tener algo preparado”. Valentín no sabe de que habla, en ese momento solo desea estar con ella y hacer el amor, para eso se encuentran allí, aprovechan cualquier ocasión para citarse, las casas de los amigos o de los padres, todo sirve. Él la observa detenidamente con impaciencia. Su cuerpo menudo, sus pechos pequeños, sus labios finos, su pelo corto, no son los de su mujer, son los de una joven que conoció en uno de sus primeros viajes y que resulto ser una puta. Se ve así mismo hablando con ella, unas veces es la joven y otras es su mujer que le cuenta cosas que no entiende, que si mi amiga Marta cada día está peor, que si Nuria tiene un nuevo novio y que Lucia no acaba de recuperarse de la muerte de su padre.
Vuelve a su butaca y busca con urgencia su teléfono solo desea escuchar su voz una vez más.

Los destellos parpadeantes siguen iluminado la habitación. Valentín se asoma y ve como unos sanitarios levantan un cuerpo cubierto con un plástico plateado para subirlo a una camilla con ruedas y meterlo en un furgón. Un policía recoge del suelo unos papeles, un ordenador y una calculadora y lo guarda todo en un viejo maletín de cuero.

Lumen.


Lumen05 de febrero de 2016

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