La tarde en la dehesa es luminosa, el dorado reflejo sobre las palmeras, que recorren el camino hasta el cortijo, amenaza quemarlas con su brillo, el sol manifiesta el amarillo de la siembra ya recogida. Sern las ocho de la tarde, y a esa hora donde se est a gusto es en la mancha de encinas que hay junto al abrevadero, y pegada a la cerca del camino. En ese momento pasean las seoras de los alrededores con su caminar rpido y sus zapatillas ligeras. Ellas pasan andando, y siempre hay una que dice que la valla de tronquitos, que separa la finca de la vereda, es insignificante frente a la fuerza de una fiera.
...S que cuando hablan de fiera se refieren a ti.
- S, a ti, Toro orgulloso. Yo siempre me he arrimado al mejor y ms noble de la manada, he sido una Garza con suerte y mucho ojo. T mrate, no eres ni sombra de lo que eras.
- T ves aqu a algn toro que tenga ms de 4 aos?
- No empieces con eso, t mismo estabas en otra parte de la finca, cuando eras becerro, y todava no nos conocamos; quiz estn en otras tierras. En mis vuelos he podido ver que detrs del ro y de los lamos blancos, la dehesa no se acaba y continua hasta perderse en el horizonte.
- No son esas las historias que se cuentan. Tendras que or lo que se dice sobre uno de los sementales, se lo llevaron con cinco ms y slo volvi l, envuelto en tubos y con una cara de pena que pareca mas muerto que vivo.
- Tendras que verlo ahora, yo lo he hecho, y te digo que de cara de pena nada. Pasa el da solo, eso s, pero supongo que ser para que no envenene con sus historias...es todo un seductor sabes? y su camada es innumerable.
- Intentas confundirme para que no lo piense, pero...recuerdas que el otro da vino el mayoral con dos seoritos y estuvieron frente a nosotros hasta que empez a darnos el sol, y que cuando me levant me sealaron? Lo he visto antes, nos llevan a otro lugar y a m me gusta estar aqu, contigo, viendo como cae la luz de la tarde, a la sombra del encinar y a la vera del agua y el camino.
...Te acuerdas aquella vez? Tena cumplidas dos yerbas*, estaba distrado viendo las espigas de trigo mecerse al son de la brisa, cuando pasaron aquellos ciclistas que susto me dieron! rebrinqu hacia atrs y tir el abrevadero. No me gan la amistad de nadie ya que ese verano les obligu a todos a beber, durante das, en los que hay en lo alto de la loma chica.
- Os montan en camiones, eso s lo he visto.
- Es lo que temo, que se confirmen la historias que se cuentan sobre Saltn, el semental, que donde nos lleven sea a una fiesta donde hay mucho ruido y acaban con nuestra vida, sin remedio.
- Eso quien lo cuenta? el rey de la man? que pesa el doble que t y camina sin fuerza ninguna. Pues a donde te lleven, si ese ha regresado, t no vas a ser menos. ...A una fiesta, s seor, que ya tienes cuatro aos.
...Cuatro ya ...y lo mal que lo pasaste aquella vez recuerdas? . Esa maana no pasaban hombres por la finca. Vine como todos los das, pero t estabas encelado con el tronco de la encina de la loma grande. Pensabas que si algn da lograbas tirala, ocuparas el mejor sitio de la dehesa. Entonces no sabas que el lugar sin la sombra y el abrigo de sus ramas se converta en un desierto. Tu cuerno derecho se meti en la madera de tal forma que no podas despegar la cabeza del retorcido tronco. Fui yo quien te tranquilic, el que te inspir la confianza y la serenidad necesaria para que pudieras despegarte del rbol.
- Entonces no saba lo que ahora, ellos no quieren que aprendamos nada; a las vaquillas las prueban, pero a nosotros no, las llevan a la placita del cortijo y all hacen una capea. Los zagales se divierten mientras las vacas intentan coger el trapo. ...Yo tambin correteaba de pequeo detrs de las mariposas.
- Y detrs de m, te haca correr para que se te despegasen los mosquitos de los ojos. No te das cuenta que estoy contigo desde que eras un eral? Ya, cuando llegaste me fij en ti. Fue cuando te quedaste solo y apartado esperando a que los dems eligiesen sitio; pero t, despus de la espera y al ver la loma alta, fuiste monte arriba y recortaste con tu silueta el campo. Se te poda ver desde la presa, desde el cortijo grande, desde el chico, desde los almezos del arroyo, desde aqu; el sitio donde estamos, y que nunca dejamos por las tardes, desde mayo hasta agosto. S, pens en aquel momento, si elijo a este, seguro que acierto; ser de los que vuelvan, del que ya nunca me despegara.
Conozco esas historias y adems me las creo, pero tambin s que hay algunos que regresan, y que hasta que mueren llevan una plcida y dulce vida. T eres hijo de uno de ellos. Algn da te dir quin es tu padre o, mejor, quien fue... Acab apagndose, era feliz, pero en ocasiones cambiaba el rostro y pareca asustado y desorientado. Se dej morir, subi a la loma, uno de los pocos das que decidieron sacarlo del establo, si mora dentro, no se podra recoger con el tractor. Pareca que esa era su intencin, pues casi no coma y permaneca echado muchas horas en aquel mismo establo donde naci siete aos antes. Recuper aliento, se encamin a lo alto de la loma grande y all se ech a los pies del rbol que la coronaba. Los primeros das mantena el cuello erguido. El capataz suba a diario, le preparaba un gran perol* con cereales, tostados y molidos, pero nunca comi.
La ultima noche, a finales de agosto, cay una tormenta de las grandes. El capataz subi hasta los pies de la encina y le cubri con una lona. No es que lo matase la tormenta, pero s que pas mucho miedo esa noche; aunque fue al amanecer cuando dej caer su cornamenta sobre la enorme sartn, anunciando con la seal sonora que se haba despedido. El golpe se oy en la presa, el cortijo grande, en el chico, en los almezos del arroyo y desde el abrevadero del camino. Un tractor lo recogi por la maana, toda la manada se acerc a despedir al primero que consigui volver. La solitaria encina fue testigo de la paz en la que, despus de la tormenta, muri.
Desde entonces la loma grande fue slo de tu padre y nadie osaba ocuparla. Hiciste bien, ninguno opt por subir y t esperaste paciente, por eso te eleg.
- Nos montan en camiones, nos llevan a una de esas plazas, y all mismo acaban con nuestra vida.
- No con la de todos, tu misin es regresar. No sigas por ah ya estas otra vez?
- Nos echan barro en los ojos y no estas t para quitrmelo, nos clavan palos con pinchos y no hay chaparro donde aliviarse; finalmente, nos hunden una espada y nos siguen hasta que nos entregamos a la muerte. Es por eso por lo que aqu ninguno tenemos ms de cuatro aos.
- Tu padre regres y Saltn tambin lo hizo, t sers el siguiente. Clmate y no ests tan asustado, que ya no s que ms puedo decirte, pero si s que tu destino es estar aqu conmigo hasta que un da alguno de los dos... ya sabes...acabe doblando el ala, como decimos nosotras.
Sin el frescor que daba el aire entre los trigos y con la cosecha ya recogida, una maana vinieron cuatro jinetes y apartaron seis toros, entre los que estabas t. Te condujeron sin necesidad de usar la garrocha, a ti, y a otros cinco de entre los mejores de la ganadera. Os encerraron en el corral y all estuvisteis hasta el da siguiente, por la maana.
...El corral, que recuerdos...Entonces eras un eral, pasaste all dos das con sus noches, cojeabas de una pata y te llevaron al cercado para que el veterinario te curase. Fue cuando despus de haberte elegido decid presentarme. T estabas echado, yo me pos sobre tu lomo, levantaste levemente la cabeza, me miraste y la volviste a posar sobre la arena fra. Esa noche la pas contigo y de maana, te despertaste con un delicioso dolor que te anunciaba que ya nada te molestaba en la pata. Fui yo! yo, s seor, toro bravo; yo y no el veterinario, el que te quit con el pico la astilla que llevabas clavada haca das. Desde entonces siempre hemos estado juntos.
Al da siguiente, mientras los camioneros desayunaban, el capataz orden que os metieran a los seis en el camin. En mi familia hemos volado mucho y aunque los que vivimos aqu ya no migramos, cre que podra seguirlo hasta donde te llevasen, lo consegu.
Tenas razn, una plaza como la del cortijo, pero ms grande. Os sacaron del camin y os dejaron en un corral. Que sorpresa te llevaste al verme aparecer! Pasamos esa noche hablando sin parar, lo hicimos de la encina de la loma grande, de las tardes de invierno, de nuestra amistad y de que se yo; me dijiste que te guardase el sitio aunque no volvieras, ...pero volviste.
No he venido hoy con ganas de reprocharte nada, ahora te entiendo muy bien, eres como tu padre y l fue el mejor. ...Todava pasan por aqu los hombres hablando de l y sealando siempre a la encina de la loma grande, ahora t ocupas su puesto. Que injusticia, una excavadora lo subi sobre un camin, aquella maana, que con su brisa y su olor a tierra mojada anunciaba el fin del verano; y otra vez se lo llevaron, ...de aquella no regres. Y t aqu, mrate, en lo mas alto de la Loma y al lado de la Encina ...ya no se duele de tus cornadas.
El veterinario..., el veterinario me dio un empujn y desde entonces sabes que mis patas son frgiles, de un manotazo me sac fuera del corral de la plaza a donde te condujeron moribundo, despus de tu suplicio. Solo mi compaa te hubiese dado serenidad. No s que ocurri all, pero al da siguiente te devolvieron al cortijo, dormido y casi sin vida.
Saliste el quinto. Yo esperaba en el tejadillo de autoridades, diste dos vueltas a la plaza y a la llamada del maestro y sobre las barreras acudiste al capote. El murmullo en los tendidos tena mas peso, todos hablaban de ti y de tu trapo. El torero se despego de las tablas mientras t le seguas. Un pase detrs de otro y luego un desplante. No te asustes! -exclam para m- sigue as....
T siempre fuiste noble con los caballos, pero a aquel jinete haba que derribarlo, nunca necesitaste una garrocha que te marcase el camino, y este te hizo dao con ella. Cuando acab aquella tortura tu sangre brotaba a cada paso que dabas.
No te asustes, sigue as! continuaba pensando, con la esperanza de que sintieras mi presencia.
Luego fueron las banderillas... corriste detrs del primer banderillero, el mismo que te dej enganchados dos garapullos sobre los borbotones de sangre. El segundo no supo engaarte, pasaste tan rpido que casi se las clava en las zapatillas. A continuacin vino el ltimo par. De nuevo tu enemigo frente a ti, llamndote la atencin, las banderillas en la mano derecha, la cabeza alta, la boca abierta, caminando despacio mientra se adornaba al andar; levant el brazo derecho mostrndote los palitroques, t le miraste y l te llam eje toro! En la plaza slo se oa tu bufido mientras trotabas en direccin al banderillero. De pronto desapareci de tu vista, y de un gran brinco te clav los dos rehiletes con una sola mano que sac por su espalda.
Sigue as -pens-, sigue as.
Fue como aquella vez que tiraste la rama baja de esta encina, no te imaginabas tu fuerza y te encaramaste al tronco retorcido, encajaste la cornamenta entre los tallos, y con un solo giro de tu cuello casteis la gran rama y t. No te lo esperabas, pero al revolcarte loma abajo entre vstagos enroscados, tuviste que sentir algo parecido a lo de aquella tarde.
El torero bebi agua y despus de saludar a las autoridades se plant en el centro de la plaza. Con la montera en la mano, brind tu faena al pblico. A ti te tenan distrado en uno de los burladeros. De pronto silencio; alguien tosi y se oy en toda la plaza. El brazo izquierdo sobre la cadera, la muleta planchada, una mariposa gigante en manos de tu enemigo. Lo miraste y l te mir; t viste tus miedos y l vio su triunfo. -Sigue as haz lo que l quiere, corre detrs de la mariposa que no se deja, nunca, coger. Sus primeros pases fueron vitoreados por la gente que llenaba la plaza. Luego te dej descansar, para, con la muleta en la mano izquierda y el engao de espada en la derecha, jugar contigo, y t... siguiendo a la mariposa. -Sigue as, demuestra que no se burlarn de ti, sigue as-.
Es lo que hizo tu padre, por eso ests aqu. A l le hicieron ir tres veces al jinete, a cada paso que daba dejaba un charco de espesa sangre sobre el naranja redondel. Nada le paro hasta que los cabestros lo acompaaron a los toriles, donde haba pasado la noche anterior. Luego cur casi todas sus heridas, las peores no terminaron de sanar. Slo se pona triste algunas noches, sobre todo, cuando eran oscuras o la nubes tapaban la luna. El verano acababa y el otoo con su invierno iba a ser demasiado duro para l. Esa ltima noche de agosto era slo el aviso de la llegada de los das cortos, esos en los que las noches duran demasiado. Estaba cansado y roto por dentro, no fueron sus heridas del cuerpo...no.
Estuvo bailando contigo sin darse cuenta de tu sufrimiento sigue as! En el centro de la plaza slo estabais l y t. T que tenas al alcance el triunfo de los dos; y l, que jugaba contigo a un juego demasiado cruel. Pero la lidia estaba acabando, con una poca de suerte, o bastante, pasaras todava muchos das hacindome compaa, aqu en la finca.
Acudiste a la muleta tantas veces como te llam. En el coso, algunos comenzaron a clamar pidiendo tu indulto. El torero y t, los dos borrachos; una y otra vez. Indulto, indulto! comenz a hacerse ms sonoro el clamor.
El presidente quera que el matador culminase su tarea, el diestro te mir y t le devolviste la mirada. "Lo siento toro, pero he de ir abreviando, esta es la ltima tanda y a por la espada". Casi no te quedaban fuerzas, perdas mucha sangre, pero tu nobleza te daba alas para volver a embestir y bailar con la muleta. Indulto, indulto! gritaban en la plaza; una olla donde se estaba cociendo tu carne. El torero se dirigi a su mozo, se enjuag la boca y pidi la espada.
Cuando eras novillo presenciaste una disputa entre dos toros por hacerse con el mismo sitio. Haca mucho viento, son los peores das para vosotros. Estas refriegas son muy crueles. En ocasiones si el toro perdedor resulta herido por alguna cornada, es perseguido por la manada, que acaba apartndolo a un sitio solitario, donde suele morir a consecuencia de las heridas . T viste aquello, pero esto era distinto; aqu no estabas perdiendo la pelea.
El primer aviso estaba a punto de sonar y eso podra ensombrecer el triunfo.Indulto, indulto! El vocero era atronador. Todos pedan tu perdn, todos menos el presidente. El torero mir a su palco, esperando una posible remisin, en ese instante son el primer aviso. Se dirigi hacia donde estabas y te cit por ltima vez. El pblico comenz a tronar protestando por la inminencia de tu muerte, mientras pedan a gritos l indulto. T acudiste a la llamada del matador. En ese momento el pauelo naranja asom por el palco de presidencia. Mientras sonaba el clarn anunciando la mejor de sus notas, el torero ya estaba sobre ti, clavndote una media lagartijera*. El pblico no dejaba de gritar, por eso el torero no oy la seal que anunciaba la absolucin. Fue el mayoral el que salto a la plaza, mand inmediatamente la presencia de los mansos. Salieron los bueyes a abrazarte, t los seguiste hasta el corral. Yo me acerqu, pero no me viste, estabas confundido. Entonces el veterinario me arrojo, de un manotazo, lejos de tu presencia. An pude gritarte. "No te abandones, ya ha pasado lo peor. Volveremos a vernos en la finca, donde te convertirs en un numeroso padre".
Hoy han trado a nueve erales. Uno de ellos no para de mirar nuestra encina. Tendr en cuenta a ese torito, seguro que es de tu estirpe. Pero ya no estoy ni para erales, ni para novillos. Slo quiero quedarme aqu contigo. Esta loma y esta encina es, sin duda, el mejor sitio de la dehesa. Desde aqu se ve la presa, el cortijo grande, el chico, el arroyo de los almezos, el abrevadero del camino y el lugar donde ahora descansas.
Sobre ti florecen los jaramagos, y la encina ha recobrado vida. La nica pocha aqu soy yo, quin sabe si resistir la llegada del otoo y de las fras y largas noches? Aqu se est bien, la encina y t me protegis, y si algn torito noble quisiera ocupar este sitio, yo le contar historias mientras tenga fuerzas.
Le contar que llegaste vivo a la finca, aunque muy herido, y que esa noche saliste del corral y subiste la loma, por ltima vez, donde por fin te echaste. Te encontraron por la maana. El capataz decidi enterrarte aqu mismo. En tu recuerdo han puesto una placa de madera, con tu nombre, sobre la encina. " Centinela "
* Yerbas Se refiere a la edad temprana del toro.
* Perol Especie de sartn, parecida a la paellera o paella,pero mas honda.
* Media lagartijera Estocada, no completa, pero muy efectiva, cuya ejecucin populariz Rafael Molina Lagartijo "Califa de Crdoba.