En el pulso ritual de las costumbres,
labios ardientes se asoman, rasgando mi sombra
decapitando maleficios, en el desafío de la palabra.
La carne fatigada gime, trepidando bisuntas gasas
deslumbrada en el amplio reposo apetecido
lluvia de cuarzos,
hurgando simplezas extasiada de olvidos.
despertando cadenciosos sueños aromados
de maletas selladas por siglos,
rompe sus viejos odres,
bajo las hojas tibias de los almendros
Arrebatando el temor que inventa el vuelo,
en la basta desnudez de los contornos leves,
sobre un oleaje de tul ensimismado
y acaudaladas clavijas de de violas
Doris Melo.