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Mi Abuela y la Literatura

Bueno, he estado en un curso de Creación Literaria dedicado exclusivamente al Viaje, impartido por Patricia Almarcegui, o algo así, lo mío ya sabéis que no son los nombres.
Me pidió como primer trabajo un viaje que se basase en una pequeña plantilla que ella nos proporcionó, y yo hice éste, que no es un viaje en particular si no más bien una concreción de algunos de mis viajes a Madrid, todos ellos reales pero todos mexclados.
No creo que me haya salido ni mínimamente bien, pero como lo he entregado no veo porqué no debáis de leerlo vosotros que estáis más que acostumbrados a mis bazofias, jejeje. Gracias por vuestra pequeña medida de masoquismo que me dedicáis.
Sin más preámbulo, que ya es más que suficiente el que os he hecho ahí va

Mi abuela y la literatura.

Todo empezó como una broma, ninguna de las dos podemos decir cómo o por qué sucedió. Sólo diremos en nuestra defensa que ambas nos admirábamos primero de forma secreta y después totalmente abierta.
Ambas nos sabíamos y nos conocían por abuela y nieta, y así era nuestro trato: cercano y familiar.
En Marzo del año anterior ella presentaba en Madrid (su ciudad) su libro de relatos “Verdades y Mentiras Peligrosas” en un café literario llamado “La Buena Vida” (un nombre que no deja de ser curioso y muy literario al menos para mí). Encarna, mi abuela me pidió que fuese al acto con estas palabras: —“si mi nieta no va, ya no será lo mismo”.
Obligada por un lado y curiosa por el otro allá que me fui en busca de ayuda a San Google a buscar el lugar, el hotel y el plano del metro de Madrid. No necesitaba nada más.
¡Sorpresa! Estaba a unos 50 mts. de la salida de metro de Opera hacia la derecha.
¡Otra vez Madrid! ¡Y mi abuela allí!
¡Madrid, por fin! ¡Sí, otra vez!
Cada vez que vuelvo, que me bajo del Ave, que aspiro su olor metálico, Madrid me recibe con sus largos brazos de acero y hormigón que atrapan mi voluntad de abandonarla para regresar a casa. La canción de Sabina retumba en mi cabeza llena para entonces de esa ciudad tan amada y deseada…
Me siento en mi casa a pesar de que no soy más que una extraña para ella, tan extraña como cualquier otro ciudadano de Madrid como yo misma en mi propia casa.
Nadie me espera al otro lado del andén, nada es romántico ni maravilloso pero penetro en ella como los cerdos a un matadero: entregada, dócil y a la espera…
Madrid, siempre espero sus sorpresas y nunca me decepciona, me dejo arrastrar más que guiar pero esta vez es Mi Abuela la sorpresa. ¡Tanto tiempo esperando!
Otras veces me he quedado como estatua de sal a la salida de Atocha minutos y minutos aprehendiendo el humo de los coches que circulan como un rebaño de ovejas por el monte, un rebaño enorme, ruidoso y que va dejando a su paso el rastro de sus heces.
Sentí la necesidad de correr a la pensión. Necesitaba esconderme para preparar mi mejor caparazón. ¡No podía fallarle!
Aunque mi abuela sierre defendía mis salidas de tono, esta vez era diferente, esta vez ella era lo único importante, no había sitio para el protagonismo que siempre me acompaña. Echaría mano de mi personaje virtual, ella sabría hacerse cargo de la situación, al fin y al cabo tenía fama de haber navegado con peores temporales.
Transcurrieron horas encerrada en una habitación doble sin grandes decoraciones, las paredes blancas, las sábanas limpias, una mesita redonda y dos taburetes con respaldo, tampoco se podía pedir más a 30€ por noche. Por compañeros de penas sólo alcancé a ver a una decena de inmigrantes entre latinos y negros. Lejos de asustarme me tranquilizó; normalmente no suelen joder en casa propia. Un cuarto piso de una calle señorial de Moncloa, ¡tan buen edificio para personal tan complejo!
El Metro de Madrid es un mundo en sí mismo, la interculturalidad y la diversidad de sus usuarios es tan universal que sientes que el mundo entero cabe en un vagón. Me fui a Sol. Las noches en Sol son muy animadas, por no hablar por el punto de reunión preferido por una gran multitud de personas: El Oso y el Madroño; personas jóvenes y mayores, que abarcan un inmenso arcoiris y todas las melodías existentes del planeta escondiendo o mostrando las intenciones buenas y malas que pueden albergar en su fuero interno. Ese Km0 es el puto amo, como dicen los chavales.
Nunca entendí esa manía que tenemos de medir las distancias, de cuantificar y clasificar todo.
Cené, bebí…, me mimeticé una vez más con la seguridad de que la traviesa marinera salvaría el barco y la tripulación.
La mañana transcurrió mucho más rápida de lo deseado, me levanté tan tarde como me acosté. Su llamada me devolvió a la realidad, en menos de 1 hora me esperaba a comer. Ducharse, vestirse y volver a hacer la maleta era lo de menos. ¡El momento había llegado y yo con un resacón del 40!
Su voz, ¿cómo explicarla? Contenía el suave vaivén de las olas rompiendo en la orilla de Huelva, el deje afrutado y salvaje de los olivos de Jaén, el misterio y la leyenda de Granada, un seseado cantarín y familiar… Ese tono, ese acento, era como el flamenco que me corre por las venas… Recuerdo que en ese momento pensé que sólo la casualidad me había arrebatado la posibilidad de esa realidad.
A pesar de no habernos visto nunca antes, no pudimos dejar de reconocernos. Me paré frente a ella y ella se levantó agrandando mi gesto.
Hubo un silencio que se llenó de sonrisa, de emoción y de ese calor cercano que emanan las abuelas.
Al mirarla la plaza quedó extinguida en el brillo de sus ojos y su alegría sincera inundó los míos.
—¡Hola, abuelita! ¡Qué bien te veo! ¿no?
—¡Hola nieta! ¿Ya era hora, no?
El abrazo duró lo que dura un gitano en robarte la cartera, pero el recuerdo de esa mujer valiente y luchadora entre mis brazos será tan eterno como mi vida.
¿Quién me lo iba a decir? Una señora de 74 años que publicaba en un portal de blogs literarios, mi abuela virtual, y Madrid, la ciudad que nunca será la mía…, ambas se aliaron para devolverme la familia y la ilusión que la vida real se encargó de arrebatarme.

Marinera29 de abril de 2012

2 Comentarios

  • Beth

    Me ha encantado Marinera; yo no tengo abuelas virtuales, pero si gemelas de distinto día y hermanos en diferente grado de hermandad. Y a algunos ya he podido conocerlos. Te aseguro que no me han defraudado, todo lo contrario.

    Para que luego digan que la distancia separa. Ja, a veces lo que separa, irremediablemente, es tener a la gente cerca

    29/04/12 04:04

  • Marinera

    A BETH: Yo tengo hasta animal de compañia virtual, y conozco a casi todos, aunque a algunos no me importaría echarlos de la familia, jejjejeje, me encanta mi familia virtual, es genial, con todos los ingredientes de una real.
    Besos

    02/05/12 11:05

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