He llegado a Saceda, son las 17:30. Había quedado con Hugo a las 18:00 en un parque que se llamaba Parque Buena Esperanza. Según el era el mejor sitio para quedar, pues era muy fácil llegar incluso para la gente que no había estado nunca en Saceda.
Me acerque a la primera persona que vi y le pregunte educadamente si sabía por donde se iba al parque. Me dio las indicaciones, que no me resultaron difíciles de entender, el callejero era bastante simple.
Llegue al parque; una gran extensión de arboles y jardines muy bien cuidados, en el centro una fuente y bancos repartidos por todos los paseos. Me senté y espere a que llegara la hora a la que quede con Hugo. Cuando llego y lo vi una enorme sensación de alegría me recorrió el cuerpo, aunque quisiera no podría dejar de sonreír. Me alegraba mucho de verlo.
Estuvimos un rato hablando allí, contándonos todo lo que habíamos hecho estos días atrás y cosas del instituto, luego nos fuimos a tomar algo a una cafetería para hablar mas tranquilamente de lo de su sueño.
- Haber, cuéntame exactamente que es lo que te hace pensar que ese sueño se va a cumplir, porque no me negras que esto es muy raro
- No se Ailine. Es una sensación muy extraña.
- Si, pero eso también puede ser miedo. Quizás estas asustado por lo que viste, pero pesadillas las tenemos todos y eso no quiere decir que sean reales.
- No. Esto es real. Lo se
- ¿Y como estas tan seguro?
- Es que yo nunca he tenido un sueño tan real como aquel, todavía cierro los ojos y puedo ver la escena con total claridad. Y después de ese sueño no e vuelto a soñar nada más. Nada.
- Claro que habrás soñado, lo que pasa es que no te acuerdas.
- Lo recordaría
Salimos de la cafetería y nos fuimos a su piso. Allí nos pedimos unas pizzas para cenar.
Después de la cena yo le propuse que fuéramos a la mañana siguiente a ver a una pitonisa de esas que leen las manos. La idea como era de esperar no le agrado mucho, pero término cediendo, pues no tenía nada que perder.
Por la mañana fuimos a ver a La Bruja, según el una pitonisa muy famosa en el barrio. Sus vecinas decían que acertaba mas en sus predicciones que el señor del tiempo, eso significaba que era buena.
La bruja cogió la mano izquierda de Hugo y empezó a trazar líneas con su dedo índice.
- Chico, hay algo que te preocupa ¿Verdad?
- Si. Es por un sueño que e tenido en el que
- Te dicen que vas a morir.
- ¡Si! ¿Cómo lo ha sabido?
- Soy pitonisa ¿Recuerdas?
- ¿Y usted cree que eso pueda suceder de verdad? Es que a mi me pareció un sueño muy real.
- Si, va a pasar, a menos que lo impidas
- ¡Dígame como!
- Bueno
yo solo conozco una manera de evitar que eso pase.
- ¿Cómo?
- Primero yo tendría que maldecir ese sueño para hacer que se pueda romper, el resto depende de ti.
- ¿Pues a que espera? Maldígame el sueño.
El rito era muy extraño y complicado; lo tumbo en un sofá y empezó a cantar una plegaria en un idioma muy raro que ninguno de los dos conocíamos, ni siquiera nos sonaba. Le hacia señales en la cara con aceite aromático de romero y de vez en cuando le revolvía el pelo. A mi todo eso me parecía rarísimo. Me hubiera gustado saber que estaba pensando Hugo cuando le hacia todo eso.
Después de media hora la Bruja termino.
- Bueno chico yo ya e terminado. Ahora para que el sueño no llegue a cumplirse nunca tienes que besar en la boca a una persona.
- ¿Solo eso? Yo pensaba que iba a ser más difícil.
- No, no es tan sencillo como crees. Es una decisión que te costara tomar. La persona a la que beses será la que muera en tu lugar.
- ¡Pero yo no puedo hacerle eso a nadie!
- Lo siento, es la única manera que hay para que tú no mueras.
Salimos de la casa de la Bruja y nos fuimos a su piso. Todo el camino fue callado con la mirada perdida en el suelo. Yo, claro, ni me atreví a hablarle.
Llegaron las 14:30 de la tarde y nos pusimos a comer. Yo ya no aguantaba mas tanto silencio.
- Y
¿Has pensado lo que vas a hacer?
- No hay nada que pensar.
- ¿Cómo que no? Existe la posibilidad de salvarte.
- ¿Y tú crees que voy a condenar a alguien para salvarme yo?
- Pero yo no quiero que mueras. En ese momento se me saltaron las lágrimas. No lo pude evitar.
- Yo tampoco quiero morir, pero tampoco quiero que nadie muera por mí.
- Pues yo voy a estas a tu lado hasta el final.
- Gracias Ailine. Eres la mejor amiga que tengo, sin tu compañía yo no habría podido soportar todo esto.
Llego el día 17 de julio. Me había pasado toda la noche dando vueltas en la cama y no había dormido nada. Seguro que Hugo tampoco había dormido.
Hugo llamo a la puerta de mi habitación, se asomó por la puerta y me dijo:
- Vamos levántate dormilona que hoy va a ser un día muy especial.
Yo no podía creer lo que estaba viendo, parecía ¿feliz? Justo cuando le iba a hablar cerro la puerta y se fue pasillo adelante tarareando una animada canción.
Todo esto era muy raro. Me levante y me vestí atropelladamente y me fui a la cocina.
- ¿Se puede saber por que estas tan feliz?
- Hoy es mi último día y he pensado que no me lo voy a pasar llorando en un rincón.
Me alegraba mucho verlo tan positivo, pero a la vez me sentía culpable por sentir felicidad, por lo que mi cara no adquirió expresión alguna.
Desayunamos y nos fuimos. Hicimos de todo juntos, nos lo pasamos genial. Durante todo el tiempo tuve que sonreír, me hizo prometerle que no me pondría triste. Pero yo por dentro estaba destrozada
Llego la noche y yo le propuse subir a una bonita ladera que se veía desde la ventana de la habitación en la que yo dormía. Era la última noche que íbamos a estar juntos. A el le pareció un buen lugar para despedirnos.
Despedirnos
Esa palabra me desgarro el corazón. Yo no me podía imaginar la vida sin el. Era mi mejor amigo y lo iba a perder
Allí estábamos, sentados mirando las estrellas cuando tan solo faltaban dos minutos para las 0:00.
- Ailine. Llego la hora.
Yo lo mire fijamente a los ojos, luego desvié la mirada hacia el cielo.
- ¡Una estrella fugaz!
Justo cuando Hugo se giro para ver la supuesta estrella yo me abalance hacia el y le di un beso en la boca.
- ¡No! Ailine ¿Pero que has hecho?
- Dar la vida por la persona que mas me importa en este mundo. Te quiero no lo olvides.
Dicho esto mi cuerpo comenzó a desintegrarse, perdiéndome para siempre en la inmensidad de los recuerdos.
