Te observo crecer con ojos fieros.
El vaivén de las estaciones
Llega tu momento.
Arrancada de los brazos maternos,
con tu cálida mantita puesta
te llevaré a mi guarida de horrores
para robarte la poca vida que te queda.
Con tu cuerpecito orondo en mi parteor
una piedra en mi mano sin expresión,
tal verdugo sanguinario.
El hambre tomándome las riendas.
La alzo y te aplasto sin lástima.
Cruje tu esqueleto
con el sonido del cristal
de un cuadro nupcial que se rompe
por la amargura de una despechada.
Tu piel morena,
tu carne blanca.
Toda, toda entera por mi será devorada.
Rebusco en mis bolsillos otra almendra
que echarme a la boca.
*Imagen propia. (Mary)