Whisky en mano, se dedicó a revisar-y de paso, hacer más corta la espera- los llamados que había recibido en las últimas horas de la tarde.
El portero eléctrico sonó. Atendió, y al escuchar una sarta de ruidos, bastante propios en éstos aparatitos, apretó el botón de franqueo de entrada.
Acto seguido guardó, presuroso, sus anotaciones, y puso la pava sobre el fuego.
Por enésima vez, revisó su uniforme de combate frente al espejo. El cabello, algo mojado y con un poquitín de gel; la perfecta afeitada de minutos atrás; el jean negro; la camisa celestona de tela cruda. No, si estaba hecho el doble de Mickey Rourke, en "nueve semanas y media". Algo más bajito, claro.
Esperó unos segundos después de escuchar el ruido de la puerta del ascensor y abrió.
(Había soñado con ese encuentro mil noches, era para él muy especial...)
Al abrir la puerta sintió como si millones de agujas calentadas al rojo le pincharan el estómago, el bing-bang de sensaciones que imaginó estallarían al encontrarla enrroscadas en el erotismo más desenfrenado, casi rayano en la locura, se perdía desmayando en la imágen detenida frente a su figura: era el portero del edificio que le traía las facturas de los servicios adeudados...ella nunca llegaría...ella solo existía en sus sueños roncos y solitarios...tomó las facturas, cerró la puerta, caminó tres pasos hasta el sofá y recostándose en él, estiró la mano derecha hasta el equipo de audio que hacía sonar suavemente una melodía de Phil Collins, y apretó stop...el único sonido que se oía era el golpeteo de una gota de agua que se escapaba fugazmente de la canilla de la cocina, aparte de los latidos de su corazón, casi imperceptibles...
Miró dentro suyo y la vió partir...con la misma resignación que un náufrago, mecido en su balsa por un suave oleaje, observa el mar, tragándose se recién torpedeado navío.
Antes de quedarse dormido, un último pensamiento tomó por asalto su desahuciado cerebro: "los sueños jamás serían para él".
