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Taraxacum Officinale

Que qué deben de sentir los dientes de león en invierno. Pues fuego. Fuego que hiela. Hielo que mata. Y silencio, silencio tan estremecedor que no deja oír. Los jazmines susurran a los jardines olvidados que dejan paso al invierno. A las aves huyendo de su propia muerte, que miran y envidian a las violetas, tan dulces y sin la necesidad de huir ¡maldito invierno, maldita naturaleza!

Pero volvamos. No nos olvidemos. Veníamos hablando del diente de león, aquel que sintió el fuego del ivierno. Destinado a morir... Qué vida tan corta, y tan desdichada. Pero al menos consiguió sobrevivir la primavera, no como otros hermanos, que cayeron en manos de los gigantes. Si, los gigantes, aquellos que afirman que soplándolos consigues un deseo. Já, que ingenuos seres, pensó aquel último día de verano, no se dan cuenta que no hay mayor deseo que ver a otro ser nacer, y por puro egoísmo les quitan la vida.

Pero algo se removía en las hojas de aquel taraxacum en su último día de vida, claro que sabía que había llegado su hora y que solo le quedaba despedirse pero pensó: "Si los gigantes piden deseos mientras nos matan yo lo pediré al morir". Cuando el fuego congelaba el tallo de aquel ser, pidió su deseo. Espero, aguardando la muerte. Pero había fuego en sus entrañas y calor de aquella meta que acababa de formular.

Y cuando por fin, llego el invierno, no hallo muerte sino vida, No hallo fuego sino agua. Aquel fue el primer taraxacum en sentir el frío invierno y sobrevivir a él, y entonces lo entendió todo, entendió a los humanos. Supo que no hay mayor fuerza que la del fuego interno que suscita un deseo, que las ganas de lograrlo.
Myrainbow30 de marzo de 2016

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