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La Fuerza Del Amor

Lidia, tenia apenas 15 años recién cumplidos, no conocía el temor, no conocía el peligro. Una vida buena, buenos padres, buenos amigos, y el amor de su vida. Con esa corta edad ya sabia lo que era estar enamorada, que se preocuparan por ella, que la adoraran, la cuidaran y sobre todo que la amaran por encima de todas las cosas, un amor limpio y puro que no había conocido la suciedad que hoy en día ya está presente a esa edad, que no habían manchado otras manos, un amor que provocaba envidias, su complicidad, su amistad....
Jesús, tenía 19 años, y Lidia era la niña de sus ojos, lo daba todo por ella, y lo demostró....
Un día, no muy diferente del resto de los días, Jesús, como todos los días, fue a recoger a su niña linda a su casa pero con las prisas y el estrés se le había olvidado coger el casco de ella, él sabia cuanto miedo le daban a ella las motos, sabia que prefería ir andando, pero no podía, tenia que darle una sorpresa, Lidia acepto asustada pero acepto, y Jesús por el amor que sentía hacia ella y para que estuviera tranquila le dio su casco, caminaban en la moto, ella nerviosa... cual seria su sorpresa...
No grata fue la sorpresa que tuvieron cuando un coche no los vio y se los llevo por delante, éste se dio a la fuga y tuvieron un grave accidente, del cual Lidia se levantó al instante como si un ángel la hubiera tocado con sus alas para que no le pasara nada, un rasguño solamente en su brazo, nada mas le había pasado... se aproximó a Jesús, al niño de sus ojos y lo miró, estaba quieto en el suelo. No podía parar de llorar al ver la escena, había sangre por el suelo y ni siquiera sabia de donde... Nerviosa, asustada y sobre todo preocupada llamo a la ambulancia...
No podía gesticular palabra así que le dio su móvil a un hombre que por allí pasaba y pidió que hablara, mientras ella arrodillada en el suelo, al lado de su amor, le tocaba la cara, en ese momento no se le pasó otra cosa por la cabeza que no fuera él, que él se pusiera bien, le decía entre lagrimas, “mi niño nos queda una vida juntos, todo por delante por vivir”, el sentimiento de culpa le rondaba el alma, ella le decía, debería de ser yo, pero no tenía respuesta, él respiraba y su corazón latía, pero no le contestaba ...
Después de minutos que parecieron largas horas llegó la ambulancia y los llevo al hospital, a ella le hicieron un reconocimiento aunque ella dijo que estaba bien, y era cierto, nada le había pasado, pero él estaba en coma y le estuvieron haciendo pruebas...
Mientras le hacían pruebas llegó la madre, y le preguntó que, que había pasado, ella le estuvo explicando mientras no podía contener las lagrimas por el sentimiento de culpabilidad que la invadía y cuando terminó de contárselo le dijo, lo siento, debería haber sido yo y no él, la madre le abrazó y le dijo: Lidia no digas chorradas, todo saldrá bien, ya lo veras...
Estuvo una semana en coma, más o menos después de todas las pruebas, los médicos dijeron que si salía de esta posiblemente no pudiera volver a andar, y le quedarían secuelas por posibles daños cerebrales, pero que aún no estaban del todo seguros de los resultados de las pruebas. La madre de Jesús y Lidia se abrazaron en llanto, pero tenían la esperanza de volver a verlo sonreír. A Lidia no le importaba que él tuviera sus piernas inmóviles, lo único que le importaba era pasar con él el resto de su vida, ella lo adoraba...
Después de la semana que él estuvo en coma, despertó y no podía mover las piernas pero si las notaba, notaba el dolor aunque en esos momentos no pudiera andar, eso eran buenas noticias, Lidia estaba más animada, más feliz, se pasaba días en el hospital con él, pasaba noches con él turnándose con la madre...
Mientras tanto en casa de Lidia nadie sabía lo que estaba ocurriendo, Lidia pasaba por una de sus épocas rebeldes y aunque sabia que en casa siempre la habían apoyado, ella se lo guardaba todo dentro, ni sus mejores amigos, ni su familia sabían lo que había pasado, pues dentro de todo, su madre sabia que tenia un amigo especial, pero no lo conocía.
Cuando parecía que todo salía adelante, Jesús murió, aun ingresado en el hospital, en su habitación. Lidia no estaba esa noche, cuando la madre de Jesús la llamo ella fue corriendo y llorando hacia el hospital, parecía una loca por la calle, en su vida había corrido tanto y tampoco había llorado tanto....
Lidia contó a su familia que Jesús la había dejado sin darle explicaciones, y nunca supieron lo cierto que era, nunca imaginaron el trago que su hija pasó y estaba pasando.
Días después de la muerte de su amor, ella se seguía culpándose y tomo una decisión: acabaría con su vida, lo tenía muy claro, el cargo de conciencia no podía olvidarlo, se culpaba...
Llegó a casa después de un día en el instituto, hacia vida normal o eso creían, no iba a clases, iba de bar en bar pareciendo una loca durante toda la mañana, con la maleta a cuesta y escribiendo cartas a esa persona amada, cartas que luego quemaba en esas rocas de la playa mientras lo odiaba por haberla dejado. Ese día llegó, y sin poder más y cuando no había nadie en casa, cogió las pastillas, las primeras que vio, pilló los prospectos los leyó y luego mezcló varias y se las tomó... Se le hizo eterno el momento mientras esperaba el resultado de su mezcla mortal, recordaba su amor, su tristeza... y de pronto se dio cuenta y se dijo a si misma que no podía hacer eso, que no podía permitir abandonar la vida de esa forma que tenia que seguir y ser feliz, se lo debía a él por darle la oportunidad a ella de que viviera y le juró a él que siempre lo llevaría en su corazón, guardando en él todo su amor, y que saldría adelante y viviría su vida por él y por la oportunidad que le dio......
Se provocó el vómito y empezó a beber liquido, intento hacer de todo, hasta que al vomitar sólo bilis salía... dolorida y cansada se acostó en su cama.
Cuando despertó era otra Lidia, nunca nadie supo su historia, una Lidia fuerte que juró ser feliz por la memoria de su amor...
Myta25 de abril de 2008

1 Comentarios

  • Shadow

    Los que hemos estado cerca de la muerte varias veces, incluso una de ellas por propia mano, sabemos que Lidia nunca fue culpable de nada, sabemos que existe un momento para nacer y otro para morir, y sabemos también que quitarse la vida (como quizo hacerlo Lidia) no es en modo alguno ejercer una libertad, es sólo cumplir con la forma de muerte que ya viene impresa en el nacimiento: el suicida no escapa a su final, ni lo adelanta, ni lo elige, tan sólo hace lo que desde el principió le corresponde hacer. Me alegro por Lidia...y por tí...y por mí.

    26/04/08 05:04

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