En la oscuridad de la muerte,
con la soledad de la sombra,
un llanto de alma quiebra.
Palabras con humillante sentido,
pensamientos con quejidos,
tu amor se convirtió en olvido.
Rostros surgidos de la nada,
rostro perdido por tu amada,
risas convertidas en lágrimas.
Quise acallar el triste murmullo,
preguntando el porque del llanto,
me acerque a sosegar su quebranto.
Sorpresa de terrible espanto,
era el ángel moribundo celestino,
con su rostro melancólico albino.
Historias que salen de sus labios,
recuerdos que parecían olvidados,
por sus ojos incoloros ajaracados.
Con mis consejos y templanza,
conquiste su confianza,
llevo sus manos a su mascara blanca.
De improviso cayo el rostro blanco,
revelando algo nefasto;
una cara conocida por mi hastía.
Una sonora carcajada,
en medio de mi llanto;
ese terrible dolor recóndito,
era el mío que se encontraba oculto,
oculto en su mascara blanca.
Lágrimas negras sin rostro,
lágrimas infinitas de dolor,
que formaron un lago sombrío,
marcando mi terrible rencor.
Dejando para siempre en el olvido,
una bella rosa roja,
quebrada por mi dolor.
