Espacio, corazón, durmiente herida.
Dormida la razón y la pereza que el recuerdo
anida con lazos de fiereza.
Orgullo de silencio, amalgama de traiciones,
torcidos corazones en busca de heroísmo.
Patetismo elogioso de copistas furiosos,
de sonrientes elogios al tabernáculo.
Lo indomable siempre acosa el sueño de la rosa
y lo invisible es su voz de mariposa de la noche
o compulsiva marea de elogios pervertidos.
Sin palabras el silencio sigue al gesto
en movimiento que acentúa su imprudencia.
La vanidad es la llama y la mentira su juego virtual,
su acentuado afán por lo notorio.
Promontorio de ignorancias elegidas,
como falsas perlas engendradas entre recortes
de un mercado de otras voces.
La herida no admite el rigor de los perdones,
ni la simulada evocación de los olvidos.
Se cierra en la falsedad de lo perfecto
para ocultar su desgarradora imperfección
de carne abierta.
Hay heridas que nunca se cierran del todo, y hay daños para los que no puede haber perdón.