En un atrevido juego con el silencio rozas la sensación de no saber decir. Inmolas en el altar de tu ego las imágenes fonéticas ideadas en el sueño. La muerte del lenguaje es el sometimiento de ese silencio y eclosionas, en medio de una urgente necesidad de saber reinventar tu lenguaje. Aqui, entramos a formar parte de los palabreros, de los acuciados por la métrica, de los insolventes en singularidad y plurales hasta el vértigo. Se han agotado las razones de casi todas las palabras. El mono desnudo viaja hacia su silencio, mimando una gestualidad táctil sobre aparatitos luminosos, luciérnagas de la interactividad, plagios de un perpetuo juego entre lo que me dicen que sea y lo optimizable.
Seamos seres singulares. Cuánta necesidad de casi todo para mantener una sola línea razonablemente legible, y que provoque, al menos cinco segundos de emoción perdida.

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