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Cuidado Con Los Miedos Les Encanta Robar Sueños 09 de octubre de 2016
por nereasm
No importaba de qué índole fuera el problema, La Preocupación siempre se veía sumergida en un mar de dudas e inquietudes. Desde el más banal de los dilemas hasta el más complejo, La Preocupación no podía evitar pensar qué hacer para solucionarlos. Noches sin dormir, pérdida de apetito, nervios a flor de piel, eran sólo algunos de los principales síntomas que estaba padeciendo y cada vez con más frecuencia. Ante la angustia tan amarga que sentía, decidió poner freno a su cruda realidad. A simple vista el hecho de afrontar sus problemas no aparentaba ser algo muy difícil. Parecía lógica la metodología sugerida por los expertos en este campo: seguir una serie de pautas de autocontrol frente a los posibles conflictos que se le presentaran de un momento a otro. Ante un nuevo problema, tan sólo tenía que mantener la calma, analizar todas las posibles soluciones válidas e intentar resolverlo en el menor tiempo posible con el mayor éxito.

Sin embargo para La Preocupación era todo un reto no sentir ese pánico paralizante ante dichas circunstancias, y más aún cuando se trataba de problemas complejos en los que la toma de una decisión u otra podría conllevar diferentes consecuencias.

¿Cuál sería la acertada ante mil opciones a elegir?, ¿y si fallaba en su elección?, ¿cómo afectaría a los resultados su determinación?. La Preocupación estaba desorientada. No podía parar de pensar ni un segundo en todo lo que la atormentaba. Estaba claro que a pesar de poner todo su ímpetu en controlar su carácter, necesitaba pedir ayuda urgentemente.

Tras consultar aquí y allá, su buena amiga La Inquietud, quien entendía cómo se sentía ya que ella también padecía algunos de sus síntomas, recomendó a La Preocupación acudir a un renombrado experto en esos temas. La Tranquilidad era alguien respetado por todos. Su quietud y estabilidad habían hecho de ella todo un referente a la hora de enfrentar conflictos y situaciones difíciles. Su moderación y neutralidad ante cualquier inconveniente la habían dotado de un don especial para no alarmarse y tener bajo control aquello que tuviera entre manos. Y su fama la había convertido en alguien en quien poder confiar en casos de necesidad. La Preocupación vió claramente la salida del agujero en el que estaba atrapada y en seguida contactó con ella ya que era su última esperanza.

_ ¿Qué es lo que no te deja dormir?, ¿por qué tanto desasosiego? _ . Preguntó La Tranquilidad a la desconsolada Preocupación que nerviosa intentaba dar una respuesta.

_ Realmente no lo sé& siento algo dentro de mí cada vez que tengo un problema que me paraliza y no me deja seguir adelante. Nubla mis mejores pensamientos y me hace sentir débil, indefensa& ¿sabe qué podría ser?, ¿será algo grave? _. Atosigó desesperada a La Tranquilidad que la miraba con una pequeña sonrisa inocente.

_ Por supuesto que sé qué es lo que te ocurre querida amiga, y no, no es algo grave. De hecho, es algo que todos padecemos y que no podemos controlar& ni siquiera yo.

_ ¿A sí? _. Cuestionó La Preocupación con gran interés.

_ Todo aquello que no te deja tomar decisiones y te hace sentir pusilánime son tus miedos. Los miedos son los responsables de convertirnos en cobardes ante situaciones de peligro.

La preocupación escuchaba con expectación.

_ Pero experimentar miedo no es siempre malo. El miedo nos hace ser realmente conscientes de la gravedad de la situación y hace percatarnos de que debemos estar atentos. Es el responsable de convertirnos en personas valientes dispuestas a combatir a nuestros más temidos enemigos en terrenos tenebrosos.

La preocupación no daba crédito a lo que escuchaba. Su problema en cuestión de segundos se había convertido en algo que a simple vista, no parecía tan alarmante y sintió un gran alivio en su interior. Tras su absorbente charla, La Preocupación se puso manos a la obra para vencer a sus fantasmas o en el peor de los casos, aprender a hacerles frente y no dejar que tomaran las riendas a la hora de decidir.

Empezó por entender que no todo necesitaba un por qué, que no todo requería de una explicación clara y concisa. Que las variantes de la ecuación del problema eran más de las que podría imaginar y que por tanto, nunca iba a obtener un resultado exacto. Aceptó que no valía la pena preguntarse si su decisión iba a ser la correcta. Una decisión nunca es correcta. Una decisión es simplemente un acto y las consecuencias que derivan de ella, a veces, son incontrolables. Asimiló que sus miedos eran más comunes de lo que pensaba y descubrió un gran desahogo al compartirlos con sus más allegados. Desarrolló una gran capacidad para descifrar sus problemas manteniendo a raya los nervios que antes tanto la traicionaban. Adquirió hábitos en su día a día que la ayudaron a no focalizar sus pensamientos en lo adverso de las cosas y consiguió explorar todo un mundo nuevo de actividades que la entretenían y la mantenían al margen de esa negatividad.

La preocupación empezó a dominar su carácter aún sabiendo que su naturaleza era algo de lo que no podría desprenderse jamás. Y precisamente aquello fue lo que consiguió que se sintiera tan valiente y orgullosa de sí misma. Aceptó la convivencia con sus miedos en un arriesgado pero armónico equilibrio que le proporcionó una merecida valía para sus próximas luchas. Y así, La Preocupación nunca más se derrumbó.

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