Me senté delante del inmenso mar, mirando al horizonte buscando algo que pronto iba a encontrar. La soledad iba apoderándose de mí. Me sentía cómo una pequeña molécula dentro de un espacio gigante. La calma, pronto iba a romperse, igual que yo. Miré dentro de mí, hacía mucho tiempo que no me permitía sentir, sabía que mi calma interior estallaría contra las rocas.
Así ocurrió, sentada en ese banco, sola ante la inmensidad, mirando al punto donde mar y cielo formaban una sola imagen, empecé a estallar. Pequeñas partes de mí, dolor, frustración, amor, pasión, fragilidad, miedo, tristeza, salieron disparadas perdiéndose entre la marea.
Me sentí sola, perdida y sin rumbo pero me había liberado, la gran carga que sentía se había evaporado y allí, delante del inmenso mar, un día muy frío, me rompí en mil destellos para amanecer mucho más fuerte, mucho más yo.

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1 Comentarios

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  Voltereta

  El mar, eterno hacedor de impulsos, que hacen latir el corazón, aunque uno se sienta atrapado por la vida y sus desdichas. La contemplación del horizonte y el brillo de las aguas infinitas, nos convierten en seres predispuestos a la aventura de la existencia. Al leerte me doy cuenta de que eres un ser marino como yo.
  
  Deseo que el transitar de tu vida sea tan feliz como el viaje de los delfines en primavera o el aleteo de las ballenas junto a la costa habitada por gente que las respeta.
  
  Me gusta como escribes.
  
  Un saludo.

  29/01/22 12:01