Yo estaba frente al mar, respirando aire puro, dejando que la brisa me despeinara y llenándome de energía.
Ella, unos pasos más atrás, me observaba. Yo sabía que estaba allí, pero no le hacía caso. El mar me había atrapado con sus olas rompiendo contra la arena, con ese viento que cada vez soplaba más fuerte. Acababa de vivir uno de los momentos más bonitos, más importantes de mi vida y estaba totalmente metida en mis pensamientos, dejándome fluir con la marea. Ella seguía observándome, lo que yo no sabía es que no podía parar de sonreír. Me miraba con felicidad, con pasión, con amor. Un solo día lo había cambiado todo y éramos dos personas más unidas que nunca, luchando contra viento y marea.
Al cabo de un rato, me giré y allí estaba con la cámara entre las manos y antes que pudiera decir nada, clic. Mi rostro lleno de energía, de felicidad, de paz, quedó reflejado en una de las fotografías más bonitas que jamás haya visto. Una sola imagen reflejaba todo eso que sentía en ese momento.
Ella me abrazó y yo le abracé mucho más fuerte. No sabíamos qué sería de esa imagen hasta que unos meses después la reveláramos, pero sí sabíamos que lo que habíamos creado frente al mar, con el aire despeinándonos y las olas golpeando con fuerza las rocas, iba a ser especial y haríamos que fuera para siempre.
