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Empezar de (a)cero

Los dos estaban intentado olvidarlo todo, volver a vivir. Carlos cuidaba de su madre, que pese a ser joven, había envejecido más de la cuenta a causa de los latigazos de odio, los puñetazos y los gritos del cabrón de su marido. La pobre mujer no había vivido en 23 años. Primero fueron las discusiones. Él siempre quería tener la razón y no permitía que le llevasen la contraria. Después fue ignorando sus palabras hasta hacer de ella un mero objeto de su propiedad. Algo de usar y tirar. Pronto empezaron los pellizcos en el muslo cuando en una comida ella decía algo que no debía. Siguieron los puñetazos, y después los correazos con el cinturón. Estaba asustada. No salía de su cuarto. Cogía a su hijo y lo arropaba entre sus brazos. No quería que ese cobarde le hiciese daño también a él. Carlos era su único consuelo, lo único que le quedaba. El niño creció. Ni un solo día dejó de ver a su madre mustia ni a su padre enfadado. Sabía que aquello no estaba bien, pero no sabía qué hacer. Intentó llevarse a su madre de ese infierno pero su padre no se lo permitía. Tenían miedo a denunciar.
Ella se escondía. Hacía demasiado tiempo que el sol no le acariciaba la cara porque ella había dejado de brillar.
El día de Reyes ya fue el colmo.
Ese hijo de perra quería regalo.
-¿Qué, no compraste nada, verdad? ¿Me querías dejar sin regalo? -decía con los ojos rojos y la botella de wisky en la mano mientras ladeaba la cabeza en signo de desaprobación.
-No,no, eso es imperdonable.
Ella temblaba, de frío, de miedo, deseando que se la tragase la tierra.
Él se dirigió al armario y cogió su cinturón. Arrastró a su mujer por el brazo. Le arrancó la ropa a la fuerza. Comenzó a desahogarse con ella. A cada golpe, su sonrisa iba creciendo.
No paró en veinte minutos. Ella por dentro, ya estaba muerta.
-Y no te olvides de que la mujer siempre tiene que complacer al hombre. -dijo el muy bastardo al acabar.
Ella se quedó inmóvil en el suelo, sangrando por todas partes. Carlos entró en casa. No lo esperaban. Su padre se lo había prohibido. La vio tirada en el suelo, como un perro apaleado.
No lo aguató más y cogió un cuchillo. Su padre estaba lavándose las manos. Lo cogió por detrás y se lo clavó. Después llamó a la policía y le contó todo lo ocurrido durante todos esos putos años.
La justicia, por una vez, se puso a su favor.
Ella tuvo que estar semanas en el hospital. Cuando salió, notó la caricia del sol en la cara. Comenzó a sentirse de acero. Nadie más volvería ponerle la mano encima, se dijo, y respió aliviada.
Oliviaferrer26 de agosto de 2017

3 Recomendaciones

4 Comentarios

  • Raul_amon

    Se me ha puesto la piel de gallina al leerlo. Ojalá fuera ficción, por desgracia la de veces que pasa y la de veces que no nos enteramos. No me entra en la cabeza que pueda haber gente así. Buen texto con buen final. Besos!

    26/08/17 11:08

  • Oliviaferrer

    Por desgracia esto es muy real, y aún más triste es que aunque salgamos a la calle a gritar NI UNA MENOS, hay mujeres que siguen siendo maltratadas y asesinadas, y en muchos casos se disfraza el caso como "crimen pasional".
    Pero gracias por tus palabras, Raul.
    ¡Besos!

    26/08/17 01:08

  • Menisto

    Bastardos como esos sobran, ojalá todos terminaran así como el de tu historia. Nunca he entendido bien porque muchas mujeres no se apartan de bastardos que las golpean, pues pagan demasiado caro inclusive con la vida el quedarse a lado de hombres de ese tipo. Una historia que vale la pena leer, muy interesante Olivia.

    05/07/18 05:07

  • Oliviaferrer

    Están acobardadas. Tienen miedo de que les hagan más daño, o peor aún, a sus familiares. Es difícil decir qué haría uno en esa situación. Hasta el más valiente, viviendo eso, tendría miedo. Pero hay que darles apoyo y no juzgarlas.
    Gracias, como siempre.

    05/07/18 06:07

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