Sentada al borde de la desesperación el suspiro de los opuestos enreda las arterias de mi corazón y éste se obstruye intentando lanzar un último latido. Mis lágrimas se entrelazan con los murmullos y las carcajadas de esos a quien vivir les importa un centavo. Lentamente caigo al vacío de la inconciencia, mis ojos se cierran para observar el infinito. He estado demasiado tiempo luchando para que nada sirva en vano. Mis pulmones, llenos de ignorancia e impaciencia, se han cansado de respirar. Cada parte viva de mi cuerpo se acomoda bajo el infinito gozo de la delicia de la paz.