TusTextos

Sueño de Amor

-Te amo.
Esas palabras surgieron de su apetecible boca. No me podía resitir a sus encantos, a su inexplicable belleza.
Él se sento sobre la arena, sacó un libro y empezo a leerlo mientras yo miraba como empezaba a esconderse el sol.
Era precioso. Me hacía montones de preguntas como si surgieran de la nada. ¿Se escondia el sol en el mar? ¿Se lo tragaba poco a poco el cielo rosado?
Me reía por dentro de las preguntas tan absurdas y sin sentido que me hacía. Me reía de mi misma. Eso era bueno, estaba radiante de felicidad.
Cerre los ojos lentamente y sentí la brisa marina como acariciaba mi cabello suelto. Me sentía libre, llena de libertad.
Note unas mandos que rodeaban mi cintura y seguidamente unos brazos.
En ese instante me sentí protegida y a la vez en la mismísima gloria.
Él llevaba unos pantalones piratas negros, una camiseta blanca y por encima una camisa de cuadros azules que le sentaba como anillo al dedo, y unas ray-ban negras.
Le quité las gafas, quería ver sus ojos.
Me miró fijamente y sentí como un escalofrío me recorría todo el cuerpo.
Seguidamente el me quitó mis gafas y me acarició la mejilla suavemente.
- No sé porque llevas gafas con los ojos tan bonitos que tienes. - dijo él.
-Para no verte jaja - le contesté yo con un tono de chulería.
-Vale, vale - repuso él con una media sonrisa. - para mi sería imposible no verte. Sería como estar en el mismísimo infierno.
Le sonrié y le acaricié el pelo.
- ¿A qué es precioso el atardecer? - preguntó él.
- Más cuando estas tu conmigo - dije yo
Me agarró más de la cintura y me dió un beso en el cuello.
Pensaba que me iva a desmallar o que me iva a volver loca en poco tiempo.
- Eso es imposible - dijo él.
- ¿Porqué? Le pregunté yo
- Porque no puede haber aterdecer, ni amanecer, ni día, ni noche más bonito que tú.
Me giré hacía él y mire sus ojos verdes. Él me miraba fijamente.
Sin saber porque me acerqué a su boca. El esbozó una sonrisa pícara y no tardé más de medio segundo en sentir sus labios prohibidos.
Me sentía en el cielo, saber que esos labios me pertenecían a mi. Y que respectivamente el me pertenecía a mi.

Me desperté de un salto y pegue un brinco en la cama. Tenía los ojos llorosos y el corazón me palpitaba a mil por hora.
No tenía nada que temer. Él estaba allí, recostada en su pecho sintiendo cada una de las palpitaciones de su corazón.
Estaba conmigo no tenía que temer nada.
Seguía en el mismo sueño, jamás me había despertado. Seguía en el paraiso. Yo le pertenezco y él me pertenece.


Pe02 de abril de 2010

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