-Si me dices exactamente lo que te gusta de mí, dijo ella, y encuentro aceptable tu respuesta, podemos seguir viéndonos. Piénsala bien, porque si no me gusta no me volverás a ver nunca más.
-Me gusta... la manera en que me aterras.
Y ella sonrió. Con una sonrisa amplia y cálida que la traicionaba al delatar la complacencia que sentía antes de darle tiempo para pensarlo.
-Soy la reencarnación, dijo ella, de un hombre que habrá de nacer en 2820.
Como experimentado arqueólogo y futurólogo, él miró las palabras de ella, que flotaban ante él en el espacio, desde dos perspectivas a la vez.
-Sabes qué, es raro estar enamorado de un hombre.
-Para ti quizá, pero no para mí.
De nuevo recorrió él las palabras de ella como un jeroglífico de una nueva cultura arcaica.
-Entonces, ¿me amas?
Como dijo Serrat... me gusta todo de ti...