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El Viaje

He atravesado océanos de tiempo viajando con la única compañía de mis solitarios pensamientos. Esas travesías se hicieron eternas en mis noches oscuras y en la frías mañanas de invierno.

Mis cansados ojos conocieron paisajes extraños, que en la bruma de la mañana dejaban ver las largas sombras de los aldeanos que se internaban en las aguas. Esos hombres intrépidos se mezclaban con la luz del amanecer.

Conviví con razas extrañas y seres inocentes que compartían alimentos y riquezas sin egoísmo ni pertenencia. Las risas de esos hombres llenaron mis oídos con el cántico suave de la juventud.

Experimenté la oscuridad sin luna del espacio y las noches sin estrellas para llegar a llanuras lejanas. Allí cavé profundo en las entrañas de la tierra para saborear el agua que me permitió sobrevivir al desierto.

Atravesé tierras abrasadas en las que los manantiales esperan a los peregrinos.
Abracé árboles moribundos cuyas hojas caían sobre la tierra del camino.
Vi tierras plagadas de animales feroces que pacen en manadas.
Hablé con dioses vivientes y moré en hogares remotos.
Consulté oráculos que recitaban poemas.
Visité portales y encontré a palacios.
Descubrí tesoros olvidados.

En todas las tierras que hallé descubrí que por cada ocaso hay un nuevo amanecer.
Que la soledad carcome el alma y mina las fuerzas del viajero.
Que las risas no conocen pueblos ni separan hombres.
Que el agua sabe pura en cualquier manantial.
Que el frío quema la piel más que el sol

Tantas cosas conocí, tantas experiencia viví, tantos aromas descubrí,
Tantos rostros que miré, tantas lenguas que hablé, tantas sonrisas hallé,
Tantas manos que apreté, tantos gestos que ví, tantas miradas que perdí.

Ahora he llegado a mi puerto esperado, al que mi nave debía arribar.
Quise abrir mis bodegas y entregarte mis tesoros escogidos.
Debía contarte las historias olvidadas de mis antecesores.
Necesitaba hablarte de la soledad de mis viajes.

He debido reposar en tu regazo para cobijarme al abrigo de tus manos.
He querido entregarte mi alma al acercar mis mejillas y sentir tu corazón.

Pero he descubierto que tu ojos no me miran.
Que el brillo con que antes me veías se ha perdido.
En el trayecto interminable que es mi vida
He de seguir al atardecer para concluir allí mi travesía.
Ricardodp12 de junio de 2012

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