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Cap. 2. Cerca Queda El Raval.

Michel divisaba desde la lejanía el antiguo escudo de la ciudad condal, incrustado en el portal de hierro decorado por círculos amarillos. Mercado emblemático es La Boquería en pleno barrio del Raval. Meditaba que sin lugar a dudas era “la catedral de los sentidos” como fuese definido por Manuel Vásquez Montalbán. Después de aquella inesperada llamada desearía no coincidir allí con sus sobrinas. Antes de llegar hizo un recorrido diferente al acostumbrado. Volvía a comprobar después de varias décadas la estrechez de aquellas calles. Balcones atestados de trapos ajados, colgados uno a uno. Selva de alambradas flotantes entrelazadas de fachada a fachada. Ventanales entre sombras palpitantes que escondían penurias diversas detrás de sus muros. Sus pasos se trasladan uno por uno, entre ruidos de tormento, estruendoso callejón, ansiosos tiroteos. Juegos de niños, escapadas a bandadas, ladrones tras policías. Se sucedían los locales nocturnos, era la moda del destape. Comienzo de los ochenta. Lugares transformados para el strip-tease. Históricos club de Jazz, cocteleras de ocasión, efluvios a ginebra seca combinada con Noully Prat. El contraste de la antigua miseria armoniza por entre los elementos oscuros, barroco vibrante y atractivo, tañido indiscreto y llamativo. Se centraba la atención de Michel, transformada la congoja al pesar, de tanto y tanto exilio. Los bulevares nuevos seducían provocativos a los viandantes. Rincones y callejuelas descoloridas se abandonaban a si mismas, en su nueva soledad, quedando el runrún, para el saludo y el adiós, esos rumores de siempre. Callejón mudo, patio de vecinos, divagar circular entre chismes, confluir de olvidos lejanos. Decorativas antigüedades milenarias se prolongaban sin tregua, dejándose atrapar por puestos ambulantes, combinados de colores múltiples. Reverberar del sol, brillo plateado sobre la fruta, la carne y el pescado azul.
Una vez dentro del mercado se dirigió derecho a la pescadería “La Dorada”. Un conocido desde la niñez lo esperaba. La llamada que no hacía más de una hora, lo había despertado inoportunamente. Mientras se suspendía en la maravilla imprevista e inocente, flotar suave de los sueños. Era la voz inconfundible de Albert, su compañero en los primeros años de escuela. No es que formara parte de sus grandes amistades, pero si que coincidieron asta llegada la adolescencia. Posteriormente la comunicación entre ellos tuvo que seguir, camuflándose por entre el disimulo y el secretismo más reservado. Trato basado en transacciones clandestinas. Tiempos muy peligrosos para ciertos asuntos. Daba la impresión que la vida les hubiese reservado para su camarería, a manera caprichosa, ese único tipo de razones.
- ¡Michel por amor de Dios tu por aquí!
El encubrimiento de sus propósitos, obligaba a los actos. Secretismos, preceptos y rituales del instinto. Pasar desapercibidos, mandaba, llegar a la parodia teatral, ya que el mismo Albert había acordado tal cita.
- ¡Albert, lagartón que es de ti! ¿Cuantos años? No me distes de patadas como defensa central, menudo eras, chico.
- Y la de partidos que vimos juntos con la cuadrilla. Sobre todo la temporada del 34 – 35, no nos perdimos ni uno. Aquellas tardes de domingo en el “Camps de Les Corts”.
Mientras pesaba el pescado y lo limpiaba, se traslado el cuchillo de faena de una mano a otra. La clave de un aviso orientativo. Extremadamente delgado, de extremidades enjutas. Su cara seca y demacrada. Pómulos sobresalientes, marcando exageradamente la figura de su rostro. La comisura de unos labios hundidos delataba en cierta forma una boca sin apenas dentadura. Sus ojos penetrantes mostraban la sabiduría elaborada por la experiencia, muchos años en el tajo. La jubilación lo encontraría pronto, si llegaba, los estragos del tabaco y el alcohol estaban patentes en el color amoratado de sus mejillas.
- Te veo algo pachucho Albert. ¿Cuanto te queda para dejar de una vez la Boquería?
Albert ni se inmuto a esa última pregunta. Hombre franco, formal, parco en palabras, le gustaba ir al grano. Siendo cosas delicadas a tratar, entre miles de ojos que podían estar expectantes, mejor pasar el trago pronto y lo mejor posible.
- Michel esto es lo que me encargaste. Dentro viene la factura, no la pierdas sin antes echarle un ojo. – Con gesto seco le alcanzo una bolsa llena de marisco, otra de pulpo troceado. – No te preocupes, regalo a partes iguales entre los chicos de la partida, te lo debemos, después de tantos años, compañero. No me mal interpretes Michel, pero no podemos seguir por mucho más. No vallas a mirar directamente. ¿Ves el tipo que lee la prensa, la mesa que hace esquina, en “Pinocho”? Tiene una gabardina color ocre amarillento. No deja de estar atento hacia donde nos encontramos. ¡Ahí pájaro, que crees que no me di cuenta!
- ¿Ha llegado detrás de mí?
- Guardando las distancias naturalmente, pero si, a la par.
- Valla estaré perdiendo actitudes, no me había dado cuenta. Venía perdido en mis pensamientos y fijándome en lo poco que han cambiado algunas cosas en el Raval. Será por eso supongo.
Mientras Albert equilibraba y comprobaba el contrapeso, preparando seguidamente otra bolsa, hablaba despacio y pausado. Daba la sensación de estar envuelto en la rutina del día. El posible nerviosismo, solo se le podría percibir al observar el transpirar continuo de su piel. Dentro de la estructura arquitectónica hacia fresco, no tanto como fuera del mercado. En el exterior, el día se dejaba sentir más bien gélido. Para la fecha de carácter peculiar, final de otoño en Barcelona.
- Desconfía Michel, pues ya no son los de siempre. A esos que tú conoces, sabíamos darle esquinazo. Estos ya, son otros. Por ahora no conocemos apellidos ni ha que juegan, pronto lo sabremos. Mientras tanto andaremos con tiento.
- De acuerdo Albert, tranquilo desconfiare, no te preocupes, todo esta en orden.
Observo en uno de los puestos no muy lejano al que se encontraba, a sus sobrinas comparando fruta. Abstraídas en lo suyo no habían advertido aun su presencia a escasos metros. Recordó que antes de salir se lo comentaron, pero no que irían al mercado.
- ¡Espera Michel, se me olvidaba! El ambiente no anda bien del todo a pesar que no hace mucho entró la democracia. Las antiguas milicias volvieron. Estos años los grupos en la clandestinidad regresaron a cuenta gotas. No llamar mucho la atención al principio era uno de los puntos a seguir. Se han ido reclutando nuevos chicos, sabía nueva, ya sabes, como en los viejos tiempos.
- Algunos exiliados los conozco. Muchos altos cargos conocidos encontraron cobijo en estructuras administrativas. En mis empresas sigue habiendo puestos de responsabilidad ocupados por ellos. Algunos anclados en la marcha añeja de otra etapa, aunque fui con ellos codo a codo, seguro que lo sabrás. Los más notables partieron hace año y medio o algo más.
- Pues el mismo desorden que al estallar la guerra. Todo se ancla en desajustes y líos, que si unos quieren esto, los otros piden calma, al fin más de lo mismo. Ha algunos no los controlamos. Esquerra por ahora apenas ejerce el control de antes sobre ellos. Militantes del “Front” han dado la espalda a sus dirigentes, otros los auxilian, colaborando en sus actuaciones a cuenta propia. Acabarán disolviéndose, supongo, pero ten mucho cuidado.
A lo lejos vio aproximarse a las gemelas. Advirtiendo esta vez de su presencia pensó que había que alejarse del puesto de Albert. Mejor no dejarse ver, dejar en evidencia a su informador y descubrirse a si mismo con sus sobrinas no era de lo más seguro.
- Bueno me tengo que marchar, el tiempo me apremia. Cuídate amigo, ya sabrás de mí antes de que vuelva a París.
- Adiós chico, y lo mismo te digo.
Además Albert era conocido de la familia. Proporcionar demasiados datos y pistas a quien te sigue los pasos no es lo más adecuado. Si las chicas se acercaban no habría servido de nada tanta pantomima.
- ¡Creíamos que esperarías en casa, para enseñarnos eso que querías! – Exclamo Carmen risueña.
- Bien, si, pero ha surgido un imprevisto. Pensé en la cena, o dejarlo para mañana, cuando queráis. Todas estas cosas os gustan tanto que pensé que...
- ¿Asta cuando te quedaras?
- Por ahora no lo se princesa. Han surgido algunas cosillas, otras me las veía venir, nada más pisar suelo. Pero ya os contare en otro momento. Hagamos una cosa, como en los viejos tiempos. Terminad con las compras. Después de dejarlas en casa, me esperáis en el bar de mi amigo Bernardí. ¿Sabéis cual, no, el que esta justo antes de llegar al puerto? Os lleve con vuestra madre de pequeñas, creo que fue en varias ocasiones. Además Bernardí también es muy amigo de vuestro padre.
- Si, se donde esta. Pero habrá que ver como esta de ánimos papa. Si no, ira Carmen. Si no vinieseis a almorzar llamarme, no se te olvide Michel, a mi hermana seguro que si.
- Bueno, me doy por aludida. Hija tu igual de marimandona que siempre. – Carmen se compuso el cabello con las manos como pudo, tras esa leve ráfaga de viento helado del exterior, tan desagradable ha veces.
- Estupendo mientras acabo unas tareas que no me pensaba fuesen a surgir en este inesperado e infortunado viaje. Hacer una hora, hora y media, asta el encuentro, os espero mis niñas.
Michel busco los lavabos, cerro la puerta de uno de los servicios, miro la factura. Grapada a ella había un papelito de notas recortado. Venia una dirección y un nombre:

“Fonda Europa”.
Calle “d´en Xuclá” n º 16.
El Raval.
(Preguntar por Ferran. Di que te envía Albert. No hagas preguntas, comenta lo menos posible, asta que estés en su despacho y con el presente).

Una lluvia leve iba empapando el endosado del piso. Un estruendo a lo lejos le llamo la curiosidad. Un cortejo numeroso se alargaba, amontonándose por una larga avenida. Cientos de pancartas se amontonaban entre la multitud.
- ¿Que es aquella masa de gente, una manifestación, no? – Pregunto a alguien que al igual que el se quedo parado observando tanto ajetreo.
- Otra concentración de tantas. Ahora con la democracia han ido surgiendo como las hormigas, no paran, cada vez hay más y más. Ya mismo estaremos al nivel de Francia.
- Al nivel de Francia lo dudo. Nos llevan más de treinta años de progreso. A la altura de protestas seguro que les sacaremos cabeza.
Michel siguió su camino pensativo, la curiosidad le empezaba a llegar en un picor agudo en la oreja izquierda, aunque algo presentía había que indagar, no estaban los tiempos para que le dieran una broma. La “Fonda Europa” sería su próxima visita.

Rocofredo15 de agosto de 2012

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