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Vade Retro Sarkany! (la Moda a la Jaula)


Desde un tiempo a esta parte, noto que hay algo de la moda que me molesta. Soy un tipo para el que la simbología de los objetos es más que una mera y caprichosa decisión de una playa y vacía oleada de la moda. Es más, es la punta del iceberg de ciertos cambios que incomodan y peor aún, de muchos más que se avecinan.
No por obsesivo, sino por observador de los movimientos sociales, puedo llegar a decir que los hombres deberíamos de preocuparnos más, respecto de esta moda de las mujeres de llevar puestos como calzados, cosas amorfas, gigantes, altas, desmesuradas, flecudas, con colores y formas que hieren de muerte la sensibilidad artística del mismo Dalí.
Con ellas se pavonean como pisando fuerte, tal cual el monstruo de Gieco. Si la dictadura tenía como figura temeraria unas botas, el nuevo ¿podría decirse orden social? tiene la suya, en el calzado femenino.
¿Qué es lo que se esconde subliminalmente en esta moda de las mujeres? ¿Es que sobre esa especie de plataforma de lanzamiento ellas cambian su actitud? Te miran a vos, pobre hombrecito subido a un mocasín desgastado, desde arriba hacia abajo, con un seño feroz, frío y depredador de autoestimas masculinas, imponiéndote un silencioso y disuasorio ¡Córrete insecto!
Atrás quedó aquella tierna historia de Cenicienta la de los piececillos delicados que perdía su zapatito de cristal antes de las doce. Muuuy atrás quedó. Las Cenicientas actuales si pierden semejantes tamangos, deberían en vez de esperar un príncipe, llamar a catástrofes de defensa civil para la remoción del calzado, con la precaución de traer la división canes e investigar si no ha quedado, por si acaso, algún sobreviviente masculino debajo de él.
Detrás quedaron las chicas de las chatitas que entraban a tu vida como pidiendo permiso y con cara de perrito de Hush Puppies te decían: ¿Puedo? Ahora es diferente. Ellas donde pisan, cual Atila, no vuelve a crecer el pasto y menos el orgullo masculino.
Es más he notado que la elección del objeto en cuestión no es mera casualidad. Las féminas con ese tipo de calzado despiertan en nosotros temores ancestrales y ocultos por años. El miedo a Frankenstein que con sus enormes zapatotes, deseaba exterminar a cuanto ser humano se le cruzara, procurando así vengarse de sus creadores. ¡Si señor!, pretenden despertar este viejo temor, pero con una diferencia que enciende una luz más de alerta. Aquel monstruo, tenía dos tornillos en la cabeza, a estas me parece les falta uno.
Rolorojas29 de junio de 2015

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