Aquella tarde,
tu mano y la mía separadas.
La dulce mano de una madre en su hijo
al recibir el cuerpo entre sollozos.
Tu primera caricia
para calmar mi llanto
del primer encuentro con la vida.
Tu mano.
la siento aún
entre las mías bajo el regazo
del bosque estival
de verdes pinos silenciosos.
Subo a verte al camino seco,
ahora.
No sabía que en ti
ya anidaba la tristeza,
Lágrimas del ocaso
que nadie te apartaba.
Tan de repente,
una ráfaga gris irisó tu sonrisa.
Tembló mi cuerpo al ver
ese momento atroz
que imposible avanzó
helándome la vida.
Te alejaste en verano
rosa que más me quiso
sin saber que mi mano de niño
te buscaba,
como antaño lo hacía
cuando acechaba una tormenta.
Nací para llorar la misma pena
que otros hijos
cuando les dice adiós
el primer rostro que sus ojos vieron
la primera sonrisa
que nunca se apaga
hasta que les llega el sueño.
Nací contigo a alimentar mi fantasía
leyéndome tus cuentos
que son míos
con tu voz que daba vida
al gallo, al mono titiritero
y a la princesa que espera
el beso de la vida.
Pronto,
supe del dolor en mí,
pero era menos dolor
que este de ahora
con mis manos tan lejos
de las tuyas.
Tu silencio
será la voz que susurre
otra vez junto a mi oído
Tu ausencia
será mi compañía
de los próximos años.
Carlos (A mi madre).
