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Cortar y Desprenderse.

Yo me acerqué pequeñita arrastrando mis rodillas por el suelo arañando la piel entre los huesos y las piedras, cual animal herido que reclama la ayuda que él daría, la cara lacia y los ojos apagados.
No sé si os habéis dado cuenta, pero cuanto más mayores nos hacemos, más abajo caen las comisuras de nuestros labios, dejamos los caramelos y empezamos a beber café, ya no le damos la mano a papá, pero sí a otros que nos romperán los dedos uno a uno, nos arrancarán las uñas y nos las clavarán en el corazón haciendo que la conjunción de músculos que hay en nuestros rostros se contraiga tanto que se nos congelen los ojos y nieven gotas de sal cristalizada sobre la carne hecha jirones.
Si escuece es que cura, o eso dicen.
Hay cosas que escuecen para siempre.
¿Eso significa que tardan más de una vida en curar?
Que cuando nos vayamos nos iremos con esa pérdida que sentimos, con esa traición que llevamos a cuestas, con las mentiras, hechas un castillo de humanos tumbado hacia atrás.
Con ese vacío.
¿Significa eso?
O quizá nos pasa por que no sabemos perdonar a nadie y decimos que sí.
Porque andamos sobre el agua con un miedo atroz a ahogarnos si nos dejamos ir.
Si perdemos el control.
Si nos dejamos fluir, en vez de consumirnos en la mera existencia.
Incapaces de alzar el vuelo por miedo a caer en picado y rompernos más.
Somos humanos y eso lleva un precio.
El ego de creer que nada nos destruye mientras recogemos algunos de nuestros pedazos, dejando otros por ahí, cogiendo de vez en cuando uno que no es nuestro e intentando encajarlo como si fuéramos un rompecabezas.
Con la cabeza rota.
Con la fe de que nunca faltará roto para un descosido, y ahí nos vemos desgarrados y desgarrándonos, cosiendo y descosiéndonos partes de otros que al final no pegan con nuestros colores.
Sin cortar nunca el hilo de ninguna de las piezas que deshilvanamos para desprendernos, porque jamás fuimos capaces de soltar nada por fin.
y todos los hilos se enredan alrededor de nuestro cuello, y asfixian.
Ya no se puede hablar, porque el nudo ahoga.
Incapaces de recomponernos otra vez enteros si no es con piezas de los demás.
Y nos frustramos porque no hay nadie como nosotros que nos ayude a curarnos, nos sentimos solos y todo es azul, si tiramos del embrollo de hilos aún nos corta la respiración y creíamos que estábamos acostumbrados porque ya nos habíamos hecho a la idea de que íbamos a estar atados a todo eso para siempre.
Y entonces, recuerdas que cuando eras más pequeña, tu madre con las tijeras en la mano te decía "Al final, con tanto enredo en el pelo habrá que cortar" y tú la mirabas con esa expresión de niño aterrado que acaba de ver a cámara rápida todas las guerras mundiales habidas y por haber, mientras te agarrabas la coleta y gritabas "¡No, no! No me quiero cortar el pelo" corriendo por toda la casa.
Hasta que te pillaba y ¡Zas!, ya no te asabas de calor en junio con la melena como un león.
Era tan fácil como eso.
Cortar y desprenderse.
Es tan fácil como eso.
Cortar y desprenderse.
Mantra.
Srtaswallow11 de enero de 2020

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3 Comentarios

  • Clopezn

    Me ha encantado el texto. Tristemente la realidad que nos toca vivir. La diferencia donde y cuanto nos aprieta el nudo. Tan fácil y tan difícil.
    Un saludo

    11/01/20 06:01

  • Diegozami

    Me ha gustado mucho, mucho tu texto.

    Saludos.

    14/01/20 05:01

  • Luisjose

    Srtasswallow! creo que la realidad es así ... todo cambia, sabes? pero la respuesta está en lo que decidimos ante lo que tenemos por delante ... Abrazos!

    Luisjo

    13/02/20 08:02

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