En mi ventana se ha parado el tiempo. Invierno frígido. Frío helado que cala hasta lo más profundo de mis huesos. No siento nada, ni siquiera tu marcha imperturbable ante las limitadas posibilidades que pudieron ser y rechazaste. No vivo. No existo. A pesar de haber dejado de vivir vuelves a mis pensamientos machacándome con tu adiós. Respiro y tragándome las lágrimas, te dejo partir. Vete, huye si así te sientes mejor. Huye de tus propios miedos, llegará un momento en los que no te dejen respirar. Escapa de la realidad. Ya no queda nada, solo soledad, abatimiento, frialdad. Rectificar mi declaración, y suprimir todas las ilusiones inhóspitas. Y en mi habitación, sentada en la cama asumo tu decisión, acepto lo elegido. No voy a irrumpir en tu cabeza, nunca más voy a hablar de ello. Solo queda existencia sin respiración.