Callas. Y tu secreto traza incógnitas en este aire contaminado de suspiros. El ambiente está ácido, se sienten tus miradas esquivas, la fina línea de labios sellados, como si los hubiesen unido forzosamente con resina de enfado. La tensión cala los pensamientos y los deja muy húmedos, pero seca los ojos: no quiero llorar, solo gritarte.
Se puede escuchar tu frialdad, tu rencor, tu indignación; pero no entenderla. Estás más presente ahora que intentas ausentarte de cualquier contacto. Te pienso, como si te pidiese perdón a golpes de preguntas cotidianas sin respuesta, asumiendo una culpa que debe ser del silencio.
Y tú sigues sin dejarte oír, guardando egoístamente tus penas para causarnos más a los demás. Esta es la tercera vez que le escribo al halo de inquietud que dejas donde pasas, y las palabras ya están empezando a romperme.
No sé si soy yo, si eres tú, si es el mundo el que le ha puesto restricción a tu felicidad, como si tuviese un límite, como si ya se hubiese agotado. Pero si hace falta te cedo la mía, que yo ya aprenderé a imitar tus sonrisas de nuevo.
No quiero que te castigues, ni que nos castigues. Quiero que rompas este voto de silencio, que tú nunca fuiste de tener la boca cerrada. Sé que nunca has querido hacerme sufrir; por favor, no lo hagas ahora. 07-03-17 ~ 10-03-17
