El velero de tu presencia surca los mares de mi corazón
levantando estelas de olas rojas cuyas sonrosadas espumas
remontan los rÃos de mi geografÃa causando desazón en mis ojos
y nerviosismo en mis dedos huérfanos de tu piel para acariciar.
De cuando en cuando encallas en una de sus playas
socavando con la quilla afilada mi fondo de arenas blandas
mostrando que mis defensas para ti no son rival.
La mala hierba de mi lengua convertiste en amapola
que solo muestra sus pétalos cuando la envuelve tu boca
o esa presencia sagrada escoltada por tus muslos
para que pueda gozar.
No abandonarás mis venas ni capilares ni arterias
hasta que tu cálido aliento deba abandonar el barco
al coagularse mi sangre por el cese de ese viento
que dejará de soplar.
“Yo daré el cabezazo al muro, atravesémoslo abrazados”