El día que la ví el corazón me dió n vueco.
Mientras parpadeaba sus pequeños y perfectos ojos negros.
Su mota canela repegada.
Y su manita buscaba mi mano,
llanto a pleno pulmón...
Y ví que me miraba,
fijaba su mirada en mí.
A mí se me encogía el alma.
La grandeza llegaba en frasco pequeño.
Era capaz de convomer a toda una civilización
con su llanto de ríos de aguas cristalinas.
Y yo le susurraba que sería igual que yo.
Cuando creció corría hacía mí para buscar mi mano,
como aquella primera vez.
Venía a mí encuentro para llevarme a jugar,
quería que el tiempo solo fuera nuestro.
Estaba ocupada, siempre hacia arriba,
siempre hacia abajo.
No quedaba tiempo para el descanso.
Ella me decía: "Mamá, de mayor seré igual que tú"
Pasaba el tiempo y ella crecía sin que yo me diera cuenta.
Olvidé cumpleaños, no estuve allí en todos sus pasos hacia adelante.
Siempre le prometía la próxima vez,
un momento que no llegaba.
Y llegó el día que me di cuenta que ya era una mujer.
encontró trabajo y se casó.
Una casa y tres hijos.
Ahora busco su mano para ir a jugar...

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