Sopla el viento meciendo lo poco que queda en esta ruinosa ciudad.
A través de callecitas viejas de piedra que van contando historias. Susurrando pensamientos que se ocultan en estas paredes.
Hace tiempo que dejó de brillar el sol. Dejándonos desprotegidos en este mundo.
¿Dónde está el santo patrón de las almas perdidas?
Quien cuida de los enfermos, marginados, los maltratados, los vulnerables... Ahora son transeúntes de ojos interrogantes. Esperando que algún ángel los cuide.
Sólo hay calles sin salida, y siempre en la dirección equivocada. Puedes creer que ya casi estas llegando, pero la verdad es que aún estás demasiado lejos.
Las calles son grises como todos los rostros que las recorren. Caricias que congelan cualquier parte que rozan. Y todo se reduce a escombros, que hacen rechinar los dientes. Apretando fuertemente los puños, portazo tras portazo, y luego silencio.
Suelo helado y resbaladizo que me hace tropezar continuamente, escarcha en estas paredes... Frías miradas que congelan hasta los ventrículos de mi corazón.
Las sombras cubren mi mente, y oigo los gritos que ensordecen como cientos de pájaros negros batiendo sus alas.
¿Puedes ver el dolor en la mirada?
Condenados a un invierno perpetuo.
