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Aire

Sintió que no iba a poder.

Respiró hondo intentando llenar sus pulmones del aire necesario. Pero no lo logró. Sus pies continuaban firmemente atados a la tierra. Los nervios lo traicionaban.

Exhaló pesadamente y se volteó a ver. Estarían sobre él muy pronto. Se acercaban enarbolando con furia garrotes y bastones. Algunos ya mostraban el efecto del tónico. Se detenían y vaciaban el estómago escandalosamente, provocando una momentánea brecha en la corriente humana que culebreaba cerro arriba. Calculó que la próxima vez debería usar un poco menos del ingrediente amarillo. Esta clase de equivocaciones, y así lo estaba comprobando, podía costarle algo más que unos pocos días en la cárcel del pueblo.

Subió unos metros más a la carrera, aunque ya se encontraba a buena altura, y lo intentó de nuevo. Cerró los ojos. El sudor le empapó la frente, las mejillas y el cuello mientras congestionaba el rostro en un esfuerzo supremo por conseguir la concentración necesaria. El sonido bullente del gentío llegaba a sus oídos, muy cercano, a sus espaldas y no le ayudaba en absoluto. Recordó torpemente que carecían de armas de fuego aunque maldita la cosa si eso en realidad le ayudaba. Para conseguir lo que querían, les bastaba con los garrotes. Gente demasiado susceptible. Eso tampoco lo había calculado bien.

Y entonces, por fin, en medio del temblor que le provocaba el pánico, sintió que los pulmones se hinchaban y sus pies despegaban del suelo unos segundos. Respiró hondo, todo cuanto pudo, los botones hicieron el amago de abandonar su camisa, el aire se instaló permanentemente en su interior... y, al fin, se elevó.

Alguien alcanzó a agarrar su tobillo momentáneamente y le dio una sacudida. Otro le arrancó el zapato amenazando con desestabilizarlo. Con los ojos cerrados y la boca prieta para contener el aliento, continuó el ascenso hasta que el coro de imprecaciones se convirtió en un lejano murmullo. Sólo entonces se atrevió a abrirlos y vio a hombres y mujeres convertidos en hormigas sobre el túmulo de su hogar. Se llevó la mano hacia el bulto con el dinero en su cinturón. Sonrió. Se acomodó en la siguiente corriente de aire con toda facilidad y deseó con ganas que las noticias no hubiesen llegado aún al siguiente pueblo. Iba a necesitar zapatos nuevos.
Winchestermcdowell06 de enero de 2010

7 Comentarios

  • Serge

    Winchestermcdowell:
    Muy bueno de verdad, me gustaría ser el personaje de tu cuento pero solamente por su capacidad de volar.
    Un gusto leerte.

    Saludos.

    Sergio.

    06/01/10 07:01

  • Winchestermcdowell

    Gracias, Sergio.

    07/01/10 03:01

  • Lumen

    Buen relato, ¿qué terrible crimen cometió nuestro heroe, para que una multitud quiera darle caza? De lo que estoy seguro es de que lo volverá a hacer, eso sí con azapatos nuevos. Felicidades. Nos leemos.
    Lumen.

    08/01/10 10:01

  • Winchestermcdowell

    ¿Lumen?
    ¿El mismo Lumen de "quieroquemeleas"?
    Gusto de encontrarte aquí.
    Gracias por comentar.

    11/01/10 03:01

  • Lumen

    Te he enviado un mensaje, si publicas tus textos en qqml, ¿bajo que nombre lo haces? y por qué has optado por tt.

    18/01/10 09:01

  • Nemo

    Que buen cuento!...
    Saludos muchos!

    15/06/10 07:06

  • Winchestermcdowell

    Gracias, Nemo.

    29/01/11 12:01

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