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Edén

Precisas sentencias se combinaron, se permutaron y fueron obedecidas, alzó la mirada. Comprendía poco, acaso el hambre y la pereza que diestramente le diseñaron. Admiró la longitud de sus brazos, la frescura de su lengua, la perfección de sus sentidos, la quietud de lo que había dentro de su pecho. Miró al horizonte, que no era como ántes, una secuencia innumerable de secciones horizontales, sino una descomunal ausencia de sí, algo que llenar con su conciencia. Una revolución sensorial, según lo dictara cierto algoritmo complejo, remoto, comenzó y llegó a fin en su cerebro, ahora entendía la sorpresa. De hallar obsoleto el mundo, sin el peso del pie del hombre ni el ruido de sus costumbres, sin el fuego en cilindros confinado ni los cementerios geométricos. Llevaba tiempo lo humano volviendo al quieto polvo, tan solo aquello quedaba mirando. Ocurrió en su cabeza la voz, del hombre gentil que le había creado, declarando amorosas órdenes, redactando formales pecados. Calculó felizmente su propósito, buscó la prometida hembra y se dedicó a repetir el ciclo entero, tres veces, trescientas.
Abrahamsaucedocepeda15 de marzo de 2010

3 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Abraham Saucedo Cepeda: cada una de tus publicaciones son dignas de ser atesoradas, te agrego a mis escritores favoritos, imposible perderme tus obras.
    Un saludo fraterno,

    16/03/10 10:03

  • Gabrielfalconi

    asi debio ser el principio de todo
    me hubiese gustado estar
    al menos tu me lo has recordado en este bello texto
    saludos

    03/04/10 03:04

  • Nemo

    Muy bueno!...
    Saludos muchos!

    03/04/10 07:04

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